En la celebración eucarística celebrada en la S.A.I Catedral el 3 de mayo, víspera del III Domingo de Pascua, de manos del arzobispo.
Rosileno dos Anjos Araújo y Javier López-Frías Ramos, del Seminario Mayor San Cecilio, y Juan Pablo Casares Moreno e Iván Maximiliano Cáceres Ramos, del Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater son, desde hoy 3 de mayo, diáconos al servicio de la Iglesia diocesana de Granada.
Los cuatro candidatos al sacerdocio fueron ordenados diáconos de manos de nuestro arzobispo Mons. José María Gil Tamayo, en una ceremonia concelebrada por un nutrido grupo de sacerdotes diocesanos.
Junto a numerosos familiares y amigos, así como fieles en general, se encontraban también miembros del Camino Neocatecumental, carisma del que forman parte los seminaristas que proceden del Redemptoris Mater, y de la Comunidad Católica Shalom, al que pertenece el brasileño Rosileno dos Anjos Araújo. El arzobispo, con ocasión de la retransmisión a través de internet de esta “ceremonia de fe”, saludó a los familiares de Iván y Lenon, que se encuentran en Argentina y Brasil, respectivamente. También les acompañaron vecinos y fieles procedentes de las zonas donde están los seminaristas realizando su formación pastoral: La Herradura, Almuñécar y Capileira.
“Veneramos la Santa Cruz porque en ella está Cristo”, comenzó en su homilía nuestro arzobispo. D. José María habló de la Santa Cruz con ocasión de su celebración litúrgica hoy día 3. “Tener los sentimientos de Cristo. Esto es ser otros cristos”, les ha dicho el arzobispo a los seminaristas ordenandos. “Hemos sido consagrados y, a la vez, el Espíritu Santo, por el Sacramento de la Confirmación, ha completado la iniciación cristiana; (…) y con la Eucaristía podemos decir como San Pablo: ‘Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mi’”.
Mons. Gil Tamayo les habló de “ser ministros, no al modo humano” y del servicio como “siervos de los siervos de Dios”. “Ministros de Cristo, no para hacer una carrera, ni para hacer honores. (…) Estar en la mesa como el que sirve”, en alusión a la Última Cena del Señor con los discípulos en la que Cristo les lavó los pies. “La Iglesia no quiere señoritos ni líderes humanos, al modo humano”. “Vais a ser servidores. Negarse a sí mismo (…); es la lógica con una sabiduría que no es de este mundo: la cruz, necedad y locura para muchos, pero para nosotros, camino de salvación”. “La cruz es para vivirla. Y no sólo eso, sino que sois compasivos: padecer con los otros las cruces de los otros y eso os llevará al sacrificio de vuestro corazón, como signo de la exclusividad y primacía de Dios en vuestra vida. Ese es el sentido de vuestro celibato”, señaló nuestro arzobispo.
Mons. Gil Tamayo también les recordó la vital importancia de la oración ante el Santísimo Sacramento y entre cuyas oraciones debe estar la que se haga por los fieles y el pueblo de Dios. “Porque estamos como instrumentos al servicio del pueblo de Dios”, les recordó.
El arzobispo también invitó a toda la asamblea y a los ministros ordenados rezar por las vocaciones sacerdotales, para que “el Señor mande obreros a su mies”.
RITO
En la liturgia del rito de ordenación diaconal, y previa a la homilía del arzobispo, los seminaristas fueron presentados por el Vicario General ante el arzobispo, que preguntó si eran “dignos” para esta imposición de manos y convertirse en diáconos, con el pueblo de Dios como testigo y la afirmación de “son dignos”.
Tras las palabras del arzobispo, que les habló del servicio a Dios y su Iglesia, y de la Santa Cruz, tuvo lugar el rito de la ordenación. Los seminaristas afirmaron su voluntad de dedicarse a Dios y su celibato. Asimismo, prometieron obediencia y respeto al arzobispo, en la sucesión apostólica, y se postraron en el suelo durante el rezo de las letanías.
A continuación, recibieron la imposición de manos del arzobispo sobre sus cabezas y fueron revestidos con la estola y la dalmática, “para que sea visible el ministerio que realizarán a partir de hora en las celebraciones”. Un aspecto destacado en este rito fue también el momento de recibir el Evangelio, con el que proclamarán la Palabra de Dios. Con el abrazo de la paz de cada seminarista con el arzobispo quedó sellado este ministerio diaconal, incorporándose a continuación al altar junto al resto de ministros ordenados y preparando la mesa del altar para la consagración que realizó el arzobispo.
Con esta ordenación, los candidatos al sacerdocio se incorporan al estado clerical y con la imposición de manos por parte del arzobispo pueden administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, bendecir y asistir a los matrimonios en nombre de la Iglesia, y llevar el Viático a los moribundos. También podrán a partir de ahora leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, administrar los sacramentales, presidir el culto y la oración de lo fieles, y presidir el rito de los funerales y de la sepultura.
La celebración eucarística de ordenación concluyó con la felicitación por parte del arzobispo, de los sacerdotes y del pueblo de Dios a los nuevos diáconos, y un sonoro aplauso. Asimismo, el arzobispo pidió oraciones por el descanso eterno del Papa Francisco y que el Señor ayude a los cardenales en la elección del nuevo Santo Padre, para que dé a la Iglesia un pastor “a la medida del corazón de Cristo”.
La ceremonia de ordenación diaconal en la catedral fue precedida de una oración vocacional que se celebró en la víspera, en la tarde del viernes día 2, en el Seminario diocesano Mayor San Cecilio, para rezar por los nuevos ordenandos diaconales.