El pasado domingo 27 de abril, la Catedral de Cádiz acogió la celebración eucarística con motivo del Jubileo de las delegaciones y secretariados diocesanos dedicados a la actividad caritativa y asistencial. Durante la ceremonia, que coincidió con el Domingo de la Divina Misericordia, se recordó a las realidades humanas más necesitadas de esperanza y misericordia, a las cuales sirven con dedicación la Delegación de Pastoral de la Salud, Cáritas Diocesana y el Secretariado Diocesano de Personas Mayores.
La ceremonia, de carácter sencillo pero profundamente emotivo, tuvo lugar en un contexto espiritual marcado por la llamada de Jesús a ser portadores de esperanza y amor en tiempos de dificultad. El obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza, en su homilía, reflexionó sobre la «catarata de gracia» que es la Divina Misericordia, destacando la importancia de este concepto en el contexto de la fe cristiana. Asimismo, el prelado tuvo un recuerdo especial para los tres Papas que han dejado una huella indeleble en el enfoque de la Iglesia sobre la misericordia: el Papa Francisco, por su especial sensibilidad hacia los más necesitados; el Papa Juan Pablo II, quien instituyó la fiesta de la Divina Misericordia; y el Papa Benedicto XVI, que profundizó en la comprensión de Dios como Amor.
La homilía también se centró en la reflexión sobre las lecturas del día, que remiten al momento en que los apóstoles se encontraron con Jesús resucitado. Mons. Zornoza destacó la invitación de Jesús a los apóstoles a creer sin haber visto, un mensaje que resuena con fuerza en la actualidad. «Dichosos los que creen sin haber visto», citó, invitando a los fieles a profundizar en el verdadero sentido de la «paz» que Cristo ofrece, más allá de la ausencia de violencia, un concepto de paz que es también un estado de reconciliación profunda con uno mismo, con los demás y con Dios.
En el marco de esta celebración, el Secretariado Diocesano de Personas Mayores también presentó una propuesta significativa para ser «signos de esperanza» junto a las personas mayores, una de las realidades humanas más vulnerables en la sociedad actual. Esta propuesta se materializa en una serie de gestos concretos, tales como: mostrar interés por su experiencia, dedicarles tiempo con cariño, rezar juntos, facilitarles el acceso a los sacramentos y reconocer su valor personal, entre otros. Estos gestos, que buscan humanizar y dignificar la vejez, son un claro ejemplo de la misión de la Iglesia en esta etapa del Año Jubilar de la Esperanza.
La Eucaristía, de carácter sencillo pero profundamente nutritivo para los asistentes, concluyó con una bendición especial, invitando a todos a ser testigos de la misericordia y esperanza que Cristo nos ofrece, llevando su luz a las realidades más necesitadas de la sociedad, en especial a los enfermos, a los pobres y a los mayores, quienes a menudo se ven desatendidos en el panorama social.