«En verdad somos de Dios, y a Él volvemos»

Diócesis de Córdoba
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Antonio Navarro, Delegado Diocesano de Ecumenismo y para el Diálogo Interreligioso, sintetiza en este artículo la labor del Papa en el estímulo del diálogo interreligioso en la Iglesia

A lo largo del Lunes de Pascua recibí multitud de condolencias por la muerte del papa Francisco procedentes de otras confesiones cristianas y de otras religiones. En las conversaciones con musulmanes, hubo una frase que repetíamos: «somos de Dios, y a Él volvemos». Manifestábamos una gran verdad, pues nuestra vida está en las manos de Dios, para Él fuimos creados, y a Él regresamos. Esa frase procede del Corán (sura 2, 156), y cualquier cristiano la podría sentir como suya. Los innegables elementos que nos diferencian no son obstáculo para reconocer los que nos unen, entre ellos el misterio de la vida y de la muerte, cuyo Dueño es Dios Todopoderoso. Aquí está el núcleo del diálogo interreligioso: que los creyentes se conozcan para, sin caer en relativismos, generar relaciones constructivas por el bien común de la humanidad, en el respeto a la dignidad de la persona, creada a imagen de Dios.

El papa Francisco ha estimulado a la Iglesia para que avance en el camino del diálogo, siendo él mismo un ejemplo inspirador y dejando un rico legado. Quisiera dar aquí algunas pinceladas de sus enseñanzas y acciones en este campo:

* «Todos estamos en la misma barca». La pandemia puso más de relieve el error del individualismo, de velar solamente «por los de mi grupo». Somos una humanidad frágil, y estamos necesitados de cuidado. Más allá de las diferencias culturales o religiosas, debemos unirnos para proteger la casa común. Eso incluye la ecología y el cuidado del planeta, pero no solamente.

* «Fratelli tutti». Dios es el Creador del género humano, y todos debemos ver en los demás a hermanos, y no a extraños. Especialmente cuando sean de otro país o distinta religión, como enseña la parábola del Buen Samaritano. Una religiosidad auténtica se manifestará siempre en el cuidado al prójimo. Si este amor fraterno no existe, entonces no hay verdadera espiritualidad sino ideología corruptora, y todos los credos deben estar vigilantes y luchar contra las tendencias fundamentalistas o excluyentes.

* «Documento sobre la Fraternidad humana». La firma de esta declaración con el gran imán de Al-Azhar, Ahmed al-Tayyeb, es un hito esencial. Nunca se había dado un acuerdo de este calibre entre dos grandes líderes religiosos. Aquí se enuncian puntos esenciales en torno a la dignidad inalienable de cada persona y el papel que deben jugar las religiones en la promoción de la paz, la justicia, y la atención a los más necesitados, luchando juntos contra el materialismo y el egoísmo que nos ciega y que es origen de conflictos y desigualdad. El reto consiste ahora en conseguir que cristianos y musulmanes lo tengan como hoja de ruta y no quede en papel mojado.

* El intento por llegar a las distintas ramas del islam. Como islamólogo, he constatado un claro esfuerzo por parte del papa Francisco en llegar a las distintas corrientes de islam, en un mundo musulmán muy fragmentado. Se percibe la gran ayuda y consejo del cardenal español Miguel Ángel Ayuso (d.e.p.), auténtico experto en el tema. El Papa se ha encontrado con musulmanes del sudeste asiático, de Egipto y Marruecos, del chiismo en Irak (como fue el encuentro con el ayatolá Al-Sistani), de raíz turca como en Turquía y Kazajistán, de asociaciones islámicas europeas… De este modo, se han abierto numerosos puentes de colaboración y se ha diversificado el diálogo islamocristiano, y este surco abierto ha de continuar.

* Defensa de la libertad religiosa. En esos lugares que ha visitado, se ha encontrado con las minorías cristianas, ha denunciado las persecuciones que sufren, ha defendido sus derechos, sobre todo el respeto a la libertad religiosa, pidiendo con valentía que sea una realidad allí donde no exista. De esta manera, ha mostrado que el diálogo interreligioso no consiste en meros gestos bonitos, sino que debe interpelar al otro en aquellas cuestiones que deben ser transformadas.

La Iglesia actual se encuentra en un contexto de guerras y desigualdades, y a veces se culpa a las diferencias religiosas de estos conflictos. Ahora, más que nunca, resulta imprescindible el diálogo interreligioso, y el nuevo Pontífice que Dios nos conceda tiene aquí un campo apasionante, a la vez que un reto en el que seguir trabajando.

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