El pasado 12 de febrero tuve la dicha inmensa de participar en la Audiencia general de los miércoles y escuchar la catequesis del Papa Francisco, pronunciada en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Aunque fatigado, pudo leer la parte en español y pudimos recibir su enseñanza sobre el nacimiento de Jesús y la visita de los pastores en Belén, dentro del ciclo de catequesis del Jubileo 2025, centrado en “Jesucristo, nuestra esperanza”. No acudí solo, sino acompañando a los Delegados Diocesanos de Evangelización, Catequesis y Catecumenado de las Diócesis de España. La participación en la Audiencia general del Papa fue el acto principal de la Jornada anual de los delegados, organizada por la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española, celebrada este año en Roma para poder ganar la gracia jubilar peregrinando a la Basílica de San Pedro.
Al final de la catequesis, como es costumbre, los obispos presentes pudimos saludar personalmente al Papa. Al llegar mi turno, recibí su mano extendida, la estreché con la mía y, en apenas unos segundos, le dije que nos encontrábamos en el Aula los Delegados de evangelización y catequesis de las Diócesis de España, que rezábamos por él y que le agradecíamos de corazón su testimonio y enseñanza. La respuesta del Papa consistió en apretar la mano y regalarme una sonrisa. Dos días después, el Papa ingresó en el Hospital Gemelli. Incluso después de haber recibido el alta hospitalaria, esa ha resultado ser la última Audiencia general en la que Francisco ha podido transmitir una catequesis con su propia voz; la última vez que he podido estrechar su mano y recibir personalmente su sonrisa.
A los pocos meses de ser elegido Papa, dirigiéndose a los participantes en un Congreso Internacional sobre la Catequesis (27.9.2013), Francisco habló de la belleza de educar en la fe y afirmó: «Es quizás la mejor herencia que podemos dejar, la fe». Recordó entonces en qué consiste ser catequista y evocó el testimonio del santo que ha querido inspirar su pontificado: «Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: “Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras”. Las palabras vienen… pero antes el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda leer el Evangelio».
Cuando han faltado las fuerzas para pronunciar las palabras, hemos visto al Papa Francisco mantener intacto su empeño evangelizador hasta el final, ofreciéndonos el testimonio que permite compartir con otros la alegría que nace del encuentro con Jesucristo. En sus últimos gestos hemos visto cumplido lo que él trazó como programa al inicio de su pontificado: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años (Evangelii gaudium (24.11.2013])». Doy gracias a Dios por la mano extendida del Papa Francisco y su sonrisa amable, lección viva de la evangelización que todos en la Iglesia debemos seguir impulsando.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez
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