
Judas, Pedro, Herodes, Barrabás, el Cireneo, la Verónica, Longinos, el discípulo anónimo de Emaús… El profesor de los centros teológicos diocesanos Santiago Vela analiza la figura de algunos de los personajes secundarios del relato de los Misterios centrales de nuestra fe.
Solo Lucas narra que Pilato, para no ser responsable de condenar a Jesús, lo envía a Herodes, pues era galileo. Herodes se sorprendió porque estaba enemistado con Pilato y se puso muy contento pues llevaba tiempo buscando a Jesús por Galilea para matarlo (Lc 13, 31).
La mayor afrenta
Herodes temía a Jesús, pues era aclamado como rey por el pueblo; además, la fama de poseer poderes sobrenaturales motivaba el morboso interés de Herodes. Jesús, sin embargo, lo despreciaba, lo calificó de «zorro» (Lc 13, 32), no por su astucia sino por sus conductas crueles, egocéntricas, acomplejadas y supersticiosas. Ya en el palacio, Herodes le requirió que le hiciese algún milagro y lo humilló. Pero mayor fue la afrenta de Jesús a un rey vasallo y payaso al que no contestó nada e ignoró delante de todos.
Esta actitud de Herodes nos debería servir para revisar nuestra relación con Jesús: ¿Cuál es nuestro interés por Jesús? ¿Es simple curiosidad, pero sin dejarnos cuestionar nuestras seguridades mundanas creyéndonos nosotros los reyes de nuestra vida? ¿Quién es el rey ante quien me postro y someto mi vida? ¿No estaremos humillando a Jesús cuando ante nuestros miedos e inseguridades nos acercamos a Él con actitudes supersticiosas, como si fuera un simple curandero?