
El episodio de la transfiguración (Lc 9, 28b-36) es colocado por el evangelista san Lucas después de cinco máximas sobre el seguimiento en las que se describe el camino que ha de seguir el discípulo, a saber, la renuncia a sí mismo, cargar con su verdad (cruz), identificarse con el Maestro, dar la vida, si fuere preciso, por el Reino, y no avergonzarse jamás de Jesús ni de su mensaje (9, 23-27).
Jesús, nos narra el pasaje que comentamos, se aparta del ámbito de lo cotidiano y se retira a un lugar favorable para encontrase a solas con Dios. La tradición asocia este lugar de retiro al monte Tabor, pero lo cierto es que san Lucas no tiene interés en la localización geográfica, sino en su significado histórico-religioso más profundo como “lugar de manifestación y encuentro con Dios” y “lugar de oración”. El evangelista gusta situar a Jesús en un ambiente de oración previo a la toma de decisiones importantes. El ejemplo de Jesús es norma para el discípulo que ha de imitar al Maestro poniendo siempre en manos de Dios su vida, sus proyectos y sus obras “para su mayor gloria”.
Para comprender y orar con el texto de este II domingo de Cuaresma hemos de tener presente, en primer lugar, que su redacción se hace acudiendo en su expresión a una escenografía apocalíptica. Las alusiones al color blanco de los vestidos y la nube que envuelve a los personajes, recrean esta escenografía expresando simbólicamente la presencia y gloria de Dios al estilo de los relatos del Antiguo Testamento.
En segundo lugar, hemos de tener presente que los personajes de Moisés y Elías, las dos grandes figuras veterotestamentarias, representan las expectativas del judaísmo inmediato anterior a la era cristiana que soñaba con el regreso del exilio a la tierra prometida. Ambos personajes representan y son símbolos de la ley y de los profetas. San Lucas los presenta en el monte luminosos, “llenos de gloria”. Moisés, liderando a su pueblo de la esclavitud a la libertad, protagoniza un acontecimiento que es interpretado como la manifestación de la “gloria” del Señor. En la figura de Elías se evoca y recuerda el viaje del profeta al monte Horeb (Cf. 1 Re 19,4-8) y su relación de este monte con el éxodo (cf. Ex 3,1; Dt 1,2; 5,2). La presencia de los dos personajes en la montaña tiene un significado grande porque con ellos desaparece el antiguo Israel. La voz de Dios desde la nube (v.35), es el comienzo de una nueva era donde ya no habrá que escuchar ni a Moisés ni a Elías, porque el único portavoz de Dios, es solo “su Hijo, el escogido”. En Él comienza un nuevo y definitivo éxodo del pueblo de Dios cuya meta no es la tierra prometida sino “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21,1).
En tercer lugar, para comprender el texto, hemos de recordar el significado de la fiesta de las chozas o de los tabernáculos. Originariamente era una fiesta agrícola y de pastores conocida también como la fiesta de la recolección o de la cosecha. En opinión del historiador Flavio Josefo era “la fiesta más sagrada e importante de los hebreos” (Ant. VIII, 4,1, n. 100). En tiempos de Jesús, la fiesta se celebraba con una peregrinación donde las gentes solían ir al campo y allí pernoctaban en cabañas o en tiendas. De ahí que Pedro asocie, de modo espontáneo su experiencia de estar con Jesús trasfigurado en la montaña, con el gozo y euforia de la celebración de esta fiesta de tanta importancia para el pueblo israelita.
Estas tres claves son el contexto necesario para entender el texto cuyo eje central es el primer anuncio de la pasión de Jesús que se “consumará en Jerusalén”. La revelación, la voz que sale de la nube, declara que Jesús es más que cualquier mesías, es el “Hijo” y el “Elegido”, al único que hay que escuchar, ya no hay mediadores ni mediaciones.
Los discípulos en este episodio no quedan especialmente bien porque se aburren “y se caen de sueño”. Cuando hablan “no saben lo que dicen”. Se asustan ante la gloria de Dios. Están fuera de juego y no comprenden. Tendrán que esperar a encontrase con el Señor resucitado para entender que el Hijo encarnado es comienzo de la humanidad nueva.
Manuel Pozo Oller
Párroco de Montserrat