«Vosotros, queridos padres os habéis quedado sin un hijo, nosotros, los sacerdotes, sin un hermano», explicó el Sr. Obispo a los padres de D. Miguel Conesa
La parroquia de San Pedro Apóstol de Espinardo se quedó pequeña ayer para albergar a los más de 500 fieles y más de 200 sacerdotes que asistieron a la Misa funeral de D. Miguel Conesa Andúgar, sacerdote diocesano que falleció en el trágico accidente de tráfico ocurrido en la madrugada del sábado al domingo en el término municipal de Cieza.
El Obispo de Cartagena presidió la celebración en la que agradeció todas las muestras de cariño y condolencia llegadas desde Santa Sede, Conferencia Episcopal y de todos los obispos de España. Además manifestó que a la misma hora, los sacerdotes murcianos que desarrollan su ministerio en las misiones estaban celebrando la Eucaristía por el alma de D. Miguel en diferentes países: Nigeria, Zimbabwe, Japón, Mozambique, Honduras o Bolivia.
El Sr. Obispo compartió con los presentes los momentos de incertidumbre tras el accidente, de cómo al conocer que D. Miguel se encontraba entre los heridos de gravedad tuvo esperanza hasta conocer la noticia de su muerte. «Han sido horas dramáticas que han sembrado de angustia y lágrimas nuestras vidas. Me siento unido a vosotros compartiendo vuestra angustia, confiando e implorando a Dios por el descanso eterno de las víctimas y por la pronta recuperación de los heridos, y especialmente pedimos a Dios nos conceda el aliento y el valor de continuar, hasta encontrar la esperanza y el consuelo».
«Vosotros, queridos padres os habéis quedado sin un hijo –les dijo-, nosotros, los sacerdotes, sin un hermano. Pero muchísima gente se ha quedado sin un padre, porque su labor, en silencio, fue inmensa. Su sonrisa y dulzura de carácter abrió muchos corazones; su celo pastoral no conocía fronteras. Su lema era nítido: por un alma que me necesite voy al fin del mundo. Un sacerdote de los pies a la cabeza, un ejemplo para nosotros», explicó el Sr. Obispo, recordando a los presentes que tras ser ordenado presbítero, D. Miguel fue destinado como coadjutor a San Miguel de Murcia, donde era párroco Mons. Lorca Planes.
El féretro de D. Miguel, que entró y salió de la iglesia portado por los sacerdotes de su mismo curso, se colocó a los pies de las imágenes del Cristo de la Salud y la Virgen del Carmen, patrones de su pueblo y a quienes profesaba una gran devoción.
«Don Miguel ha sido un joven sacerdote de 36 años, sencillo, directo, entregado, amable, atento, servicial, sacrificado… sólo Dios sabe lo que esta criatura llevaba para adelante y el bien que estaba haciendo a tantísimas personas, de una manera callada», destacó el Sr. Obispo, recordando a los familiares el cariño que el pueblo de Bullas le tenía a su párroco: «os traigo también el sentir de un pueblo que está volcado con vuestro hijo, el sentir de Bullas y sus gentes».
El féretro de D. Miguel abandonó la iglesia de San Pedro entre aplausos y gritos de «¡santo, santo!» para dirigirse al cementerio donde se le dio sepultura.
María de León