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Es muy fácil rastrear en las iglesias andaluzas reproducciones de la mejicana Virgen de Guadalupe, veneradísima en toda la América Hispana y cuya devoción trasladaron a nuestra tierra cuantos antepasados nuestros regresaron de aquel continente.
La Catedral malacitana no podía ser una excepción y así, en el testero siniestro de la capilla de la Inmaculada, podemos ver la pintura que la representa y que es una de las tantas que reprodujo el prolífico pintor Antonio de Torres, esta concretamente realizada en 1754.
No siendo un artista de primera fila, fue uno de los pintores mexicanos más acreditados de su época, dándose la circunstancia de que en 1721 contribuyó junto a otros pocos al reconocimiento de la tilma guadalupana original, atestiguando que no era obra humana. De ahí procede el origen de su devoción por la Señora del Tepeyac y el detalle con la que la plasmaba en sus reproducciones.
En el ejemplar malagueño, el lienzo en cuestión presenta en sus ángulos diferentes escenas de la aparición de la Virgen al indio Juan Diego, el mismo a quien (como cantan las religiosas Auxiliares Parroquiales que cuidan de la Catedral y que en su mayoría proceden del país azteca) «…la Virgen le dijo:/ Este cerro elijo, para ser mi altar. / Y en la tilma, entre rosas pintadas/ su imagen amada se dignó dejar…».