Entrevista a la Hermana María Teresa Villarino. “Lo más importante de Sansofé es que estamos ofreciendo a los chicos un espíritu de familia”

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

La hermana María Teresa Villarino, religiosa de la Pureza de María deja nuestra diócesis para partir a su tierra natal, Barcelona. En Tenerife, entre otras labores, ha estado muy ligada al colegio de la Pureza de Los Realejos, a las delegaciones de Misiones y Migraciones y al proyecto Sansofé, que en lengua guanche significa “sé bienvenido a mi casa”.

María Teresa estudió Biología y durante muchos años ha impartido esta materia en diferentes centros educativos. Asimismo, estuvo destinada 25 años en la República Democrática del Congo. En este país dio clases en todos los colegios de la congregación. Posteriormente, partió a Mallorca y finalmente recaló en Los Realejos. Fue entonces cuando comenzó a dar los primeros pasos el proyecto Sansofé, encaminado a acoger, acompañar e integrar en la sociedad a personas migrantes. Según recordó la hermana María Teresa, todo se inició con varias visitas al Campamento de Las Raíces, junto al profesor de Religión y diácono permanente, Alejandro Abrante. “Lo más importante de Sansofé es que estamos ofreciendo a los chicos un espíritu de familia. El objetivo principal es que encuentren en nosotros, acogida y cariño porque sé que lo más que les cuesta a las personas que abandonan África es dejar atrás a sus familiares”.

María Teresa añadió que el cariño en Sansofé ha sido mutuo. “Es muy satisfactorio ver cómo van avanzando con las clases de español. Es increíble lo agradecidos que se muestran y cómo nos quieren. El hecho de sacarlos del campamento y llevarlos a clase, en el Seminario, también les hace super felices. Es un impulso para su dignidad como personas porque están en un entono amable donde se sienten muy arropados”.

Tras medio siglo en África, María Teresa ha vivido muy de cerca los estragos de la pobreza. “En El Congo conocí la miseria y el sufrimiento de los padres de familia que no tienen dinero para pagar las medicinas a sus hijos y los tienen que ver morir. Entiendo que se quieran marchar porque no hay trabajo, en ocasiones sólo comen una vez al día y no hay porvenir para los estudiantes”.

Cuando la hermana Villarino llegó por primera vez a la República Democrática del Congo se encontró con una férrea dictadura. “A pesar del contexto social tan difícil, empezamos a hacer colegios en las diócesis donde nos tocó estar: KafaKumba, Kanzenze, Kamina y finalmente en Lubumbashi, que es la segunda capital de la República Democrática del Congo. Ahí, además, impulsamos una residencia universitaria. Fue una experiencia muy bonita porque cuando iniciamos el proyecto, las niñas no iban a estudiar al colegio en Secundaria porque a los 12 años estaban obligadas a casarse y algunas tenían su primer bebé con esa edad. Poco a poco, conseguimos que las niñas de la selva vinieran a nuestra residencia de Lubumbashi, para empezar la universidad. Para nosotras aquello fue un paso muy importante”.

María Teresa también ha sido testigo del terror de la guerra. “De lo más duro en los conflictos armados es cuando matan a los niños y a los mayores y cuando violan a las niñas. Es terrible. Por eso, todos estamos llamados a acoger a quien huye de esta realidad. Algún día también nos puede tocar a nosotros vivir la pobreza o el sufrimiento y necesitaremos que otros nos traten con humanidad”.

Esta barcelonesa regresa ahora a su tierra natal, donde está la casa general de La Pureza. Como siempre ha hecho cuando ha encarado un nuevo reto en la vida, toca abandonarse a Dios. “Me pongo en sus manos. Siempre he dicho que, aunque haya nacido en Barcelona, me siento hija adoptiva de África. No sé qué será de mi futuro, pero si puedo seguir comprometida en el mundo de las migraciones, lo haré con mucho gusto. Me voy con un sentimiento de agradecimiento muy grande a esta diócesis, a Canarias y a los migrantes que llegan a sus tierras, porque ha sido una experiencia de Dios y de humanidad muy grande para mí. Tan grande, que no me olvidaré nunca. Muchísimas gracias y contad con mi oración”.

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