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En este domingo de la V Semana del Tiempo ordinario, el evangelista contrapone a la escena del rechazo de Jesús por sus paisanos en Nazaret, al deseo de muchos de querer escuchar las enseñanzas de Jesús (Lc 5,1-11).
Ocupa el centro del relato la escena de la llamada al discipulado de Pedro, el pescador. Los textos lucanos, en efecto, muestran la admiración del autor por Simón. El evangelista omite, a sabiendas, ciertos detalles que narra el evangelio de san Marcos porque no favorecen a Pedro. Léase la reprimenda de Jesús al pescador cuando se rebela ante el anuncio de la cruz y la pasión recibiendo palabras duras del Maestro “porque piensa como los hombres, no como Dios” (Mc 8, 32-33), o el disgusto de Jesús porque Pedro se queda dormido en Getsemaní (Mc 14,37). San Lucas subraya, al contrario que san Marcos, las virtudes de Pedro y omite cuanto pueda empañar su imagen. Modo de actuar propio de amigos.
El episodio de Simón y la pesca milagrosa pertenece al comienzo del ministerio de Jesús y se sitúa en el lago de Generaset, al oeste de la región llamada mar de Galilea. San Lucas presenta a Jesús enseñando con autoridad, sentado en la barca en la orilla del lago. Cuenta que eran multitud los que querían escuchar las enseñanzas del Maestro. Los Santos Padres ha visto en esta barca de Pedro, a la que el Señor sube, una imagen de la Iglesia peregrina de la que dirá san Marcos que zozobra y san Lucas, en una apreciación más optimista, que se llenó de peces. Cristo subió a la barca de Pedro para enseñar de igual modo que Jesucristo sigue enseñando hoy desde su Iglesia.
Al terminar la catequesis al pueblo, Jesús ordenó a Simón “rema mar adentro y echa las redes para pescar”. El trabajo agotador y la brega no son suficientes para una buena pesca. La tarea es infecunda si no se hace en nombre del Señor. Al pescador solo se le exige que sea un colaborador obediente.
La promesa de Jesús hecha a Simón, “de ahora en adelante serás pescador de hombres”, en segunda persona del singular, prefigura ya el papel de jefe y responsable del grupo de los Doce. La preeminencia de Pedro se hace notar en el listado de los Apóstoles y en su encuentro con el Resucitado (Lc 24,34; Hch 2,14-40).
Introduzco en mi reflexión una clave exegética que puede ser de interés siguiendo al profesor Joseph A. Fitzmyer que acude a la traducción original en lengua griega para traducir las palabras de Jesús del siguiente modo: “No temas. De ahora en adelante cogerás vivos a los hombres”. Es muy atrayente la traducción porque añade al hecho simbólico de la pesca la libertad de respuesta del hombre que colabora con la acción divina para construir un proyecto en libertad. El pescador quita la libertad y la vida al pez, le saca de su medio dejándole sin oxígeno y provocando su muerte. De ahí que tengamos que hacer un esfuerzo grande en la explicación de este pasaje para explicar los símbolos de la red y la pesca para que no suenen a simple preocupación por el número y la cantidad de peces. Quedémonos en el signo de la obediencia que nos hace discípulos y, con la gracia de Dios, fecundos.
Desde esta premisa de escucha de la llamada y la libertad en el seguimiento se comprende, como escribe H. Conzelmann, que este texto es el revés al episodio de rechazo de Nazaret (cf. Lc 4,16-30). San Lucas quiere trasmitir que no hay mayor libertad que la de seguir al Maestro como discípulos por el camino para participar con Él en la misión de “recoger vivos” a los hombres insertándolos en la dinámica del Reino. Al escuchar las palabras de Jesús a Simón, “desde ahora serás pescador de hombres”, sus compañeros “sacaron las barcas a tierra, y dejándolo todo le siguieron”. En este “dejarlo todo” está la clave.
La Campaña de Manos Unidas de este domingo, Compartir es nuestra mayor riqueza, nos invita a adentrarnos en el mar de nuestra realidad, para echar las redes en el nombre del Señor y trabajar en la construcción de una fraternidad universal que luche contra el hambre en el mundo. No olvidaré nunca una frase profética escuchada en Haití: “Mientras ustedes mueren de empacho, se refería a Europa, nosotros morimos de hambre”. Da qué pensar.
Manuel Pozo Oller
Párroco de Montserrat