En la mañana de hoy hemos conocido la triste noticia del fallecimiento, en el día que cumplía 90 años, de nuestro hermano Luis José Suárez Álvarez.
El padre Luis Suarez recibió la Sagrada Orden del Presbiterado el 28 de febrero de 1965 en la Capilla del Seminario Conciliar de San Bartolomé.
A lo largo de su ministerio sirvió en las Parroquias del Espíritu Santo, de Algeciras, San Lorenzo y Santa Ana, de Cádiz.
La Misa córpore insepulto tendrá lugar mañana jueves 23 de enero, a las 09.30 h., en la Parroquia de San Antonio, de Cádiz.
Su cuerpo está siendo velado en el Tanatorio de Servisa.
Rogamos oraciones por su eterno descanso.
D.E.P.
OBITUARIO
Por: José Antonio Hernández Guerrero
Un sacerdote de vocación tardía había estudiado Economía antes de cursar Humanidades, Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar de San Bartolomé, y, tras ser ordenado sacerdote en febrero de 1965, ha ejercido su ministerio en las Parroquias del Espíritu Santo, de Algeciras, San Lorenzo y Santa Ana, de Cádiz durante setenta y cinco años. Permanentemente atento a todo lo que pasaba en su entorno, este hombre sin doblez, valiente, osado y declarado enemigo de las medias tintas, estaba especialmente dotado de una notable habilidad para colorear los tiempos oscuros y los espacios grises. Si algo caracterizaba a este singular cura gaditano, por encima de otras cualidades, era el vigor con el que encaraba las dificultades de la vida, la fortaleza con la que afrontaba las adversidades y la firmeza con la que defendía sus convicciones. Vigor, fortaleza y firmeza eran los exponentes de la amplitud y de la densidad de su vida interior.
A lo largo de su dilatada vida no paró de nutrir su mente de ideas, de proyectos y de ilusiones que, progresivamente, se hacían más compactas, más sólidas y más consistentes. Y es que su entusiasmo estaba apoyado en la confianza de la validez actual de los valores evangélicos, y su reciedumbre estaba curtida en duras luchas libradas, a veces, en circunstancias adversas. La vida de Luis es un estímulo para que evitemos arrastrarnos por ese terreno resbaladizo de las apatías que, a veces, conduce a la desintegración ruinosa. Su testimonio constituye una invitación para que pensemos retrospectivamente en nosotros mismos sin que nos asalten las oleadas de la nostalgia.
Que descanse en paz.