Llegarán los días en que no necesitaremos mirar a la Estrella para sentirnos acunados por la esperanza. El día en que estaremos ya arropados por el calor de la promesa que se ha cumplido.
Llegará ese día… Mientras tanto, caminemos. Pongámonos en marcha siguiendo las huellas de fe y caridad de incontables generaciones de hombres y mujeres que han pisado esta tierra antes que nosotros. Ellos han ido preparando el camino al Señor, han allanando senderos, han rellenado valles y rebajado colinas. Ahora el tiempo es nuestro, el de ser las chispas que avivan la hoguera que nos caliente en la espera.
El momento de alimentar la esperanza con la oración. Rezar es subir a un alto monte en un día gris para comprobar que el sol sigue ahí, a pesar de las apariencias. Rezar es custodiar la esperanza para que la Humanidad no deje de buscar la Estrella. Y es el tiempo de salir al encuentro de quien se apaga lentamente por las preocupaciones, los miedos y las cargas de la vida. Cada abrazo a un hermano caído acorta la distancia que nos separa de Belén.
Mira, algo nuevo está brotando. ¿No lo notas? Es el tiempo de abrir la puerta santa del corazón a la esperanza que no defrauda. Es el tiempo de Dios-con-nosotros. ¡Feliz Navidad!
Antonio M. Pérez Morales
Administrador diocesano