DOMINGO III DE ADVIENTO, por Manuel Pozo Oller

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

La liturgia del III domingo de adviento (domingo Gaudete, de la alegría) nos invita a alegrarnos por la cercanía del cumpleaños del nacimiento de nuestro Señor. No se contradicen alegría y tiempo de preparación en adviento. Al contrario, cuanto más nos acercamos al misterio del Dios en Belén, nuestras almas se serenan y en ellas brota espontáneamente la verdadera alegría de la que definirá santo Tomás de Aquino “como acto interno de la caridad” que suscita «el más perfecto reposo del alma es la posesión del bien más perfecto» (perfecta quies in optimo).

En verdad, no faltan razones para perder la paz y la alegría ni personas que diariamente nos las roben. No vivimos tiempos fáciles, sino más bien tiempos de crispación y desaliento a los que tenemos que hacer frente cotidianamente, pero para luchar contra la adversidad, no es el mejor camino el pesimismo que, en palabras de Miguel Delibes en su primera novela La sombra del ciprés es alargada, «sólo nos deja ver las espinas en los rosales, la muerte en el hombre, la carne en el amor». Si nos alimentados de pesimismo no vivimos la vida, la sufrimos. Todo lo malo de la vida se agiganta para el pesimista y además lo bueno se hace malo precisamente porque de todo escoge su fachada negativa. No seamos cenizos cayendo en el pesimismo sistemático y aprendamos a ver el lado bueno de las cosas.

El tono gris de nuestro mundo no es excusa para perder la alegría y la paz. No hay nada más triste que un mundo y una Iglesia malhumorada. Qué razón tiene el dicho popular “un santo triste es un triste santo”. Pero, en verdad, muchos son los profetas de desesperanzas y hay que luchar contra esa actitud negativa. El redentorista P. Bernhard Häring desarrolla su fantasía cuando dice: «En un gran congreso el demonio supremo habla así a todos su muy amados e igualmente odiados diablos para conseguir la transformación de la Iglesia en un sacramento de pesimismo. Aprended la psicología moderna: ansiedad, angustia, tristeza, es ahora la consigna. Insistid piadosamente en la observancia de todos los mandamientos, salvo los del amor y la misericordia. No toleréis el sentido del humor, porque está vinculado a la humildad y podría resultar fatal. Colocad todos los días en el despacho del Papa una larga relación de acontecimientos sombríos que sirvan de base a su información; haced lo mismo con los obispos, sacerdotes y profesores. Sed intrépidos al combinar los diversos ingredientes piadosos, siempre que incluyáis el elemento básico y potentísimo del maloliente pesimismo» Rebosad en la esperanza (Barcelona 1973) 15-21.

No será poca la conversión en este adviento si apostamos por vivir en paz, sosegado nuestro corazón, fomentando la verdadera alegría y el buen humor como nos invita santo Tomás Moro en su oración tan conocida. No temamos por nuestra debilidad ni nos escudemos en ella para no hacer nada. Consideremos nuestra vida como una oportunidad. El poema/oración de Michel Quoist nos recuerda que valemos mucho ante Dios y nuestra poquedad es necesaria e insustituible: «Si la nota dijese: una nota no hace melodía… No habría sinfonía. Si la palabra dijese: una palabra no puede hacer una página…No habría libro. Si la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared… No habría casa. Si la gota de agua dijese: una gota de agua no puede formar un río…No habría océano. Si el grano de trigo dijese: un grano no puede sembrar el campo…No habría cosecha. Si el hombre dijese: un gesto de amor no puede salvar a la humanidad…Nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres».

Hoy la lectura evangélica proclamada (Lc 3,10-18) nos ofrece caminos para la verdadera libertad y la perfecta alegría. La gente pregunta a Juan el Bautista qué tiene que hacer y él contesta que han de esforzarse en igualar y compartir. A la pregunta de los publicanos contesta: ponte en el lugar del otro y no exijas más de lo establecido. A los militares contesta que no empleen la fuerza para oprimir a los débiles.  Cada uno de nosotros deberá concretar los pasos que debe dar y los presupuestos que debe cumplir. Es hora de aventar la parva (seleccionar y elegir) de reunir el trigo (ir a lo concreto y no andarse por las ramas), y quemar la paja (tirar por la borda lo que no vale o nos inmoviliza.

Manuel Pozo Oller

Párroco de Montserrat

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