En la reciente encíclica del Papa, titulada Dilexit nos (“nos amó”), sobre el amor divino y humano del Corazón de Jesús, para aprender cómo nos ama Cristo, Francisco invita a volver a los evangelios y fijarnos en las palabras, los gestos y la mirada de Jesús. Sabemos que, recién elegido Papa, como fruto del Año de la fe, publicó la encíclica titulada Lumen fidei (“la luz de la fe”), que había redactado casi por completo Benedicto XVI. En este documento explicaba con palabras sencillas que creer significa “mirar con los ojos de Jesús”, “tener su misma mirada”. Para saber cómo está nuestra fe es suficiente preguntarnos si tenemos la mirada de Jesús, es decir, si vemos como Él ve. En su mirada descubrimos, además, cómo nos ama.
Entramos con la Iglesia en la antepenúltima semana del año litúrgico. En menos de quince días la celebración de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo coronará un año vivido desde la fe en el que hemos tenido la oportunidad de acompañar a Jesús en los misterios de su vida, para experimentar que es Él, en realidad, quien se ha hecho nuestro compañero en el camino de la vida. La liturgia nos presenta el pasaje evangélico en el que se suceden dos escenas de la vida de Cristo: se nos muestra primero a Jesús instruyendo a las multitudes con palabras de advertencia frente a la hipocresía de los escribas, a los que les gusta aparentar por fuera lo que no viven por dentro: les gusta pasearse con ropajes llamativos y que la gente les reverencie, pero, en realidad, se aprovechan de la gente sencilla, devorando sus bienes. En una segunda escena, el evangelista muestra a Jesús en el Templo, observando a la gente que echaba sus ofrendas. Una viuda pobre echó apenas dos monedillas. Jesús entonces llamó la atención de sus discípulos diciéndoles que esa mujer había echado más que nadie, porque los demás entregaban los que le sobraba, mientras ella echó lo que necesitaba para vivir. En las dos escenas resplandece la mirada de Jesús que desenmascara la hipocresía de quienes actúan solo para aparentar y reconoce la generosidad de quien obra con integridad interior y exterior. Necesitamos la mirada de Jesús, que nos regala la fe, para reaccionar con su mismo amor ante lo que hacemos y nos pasa.
Cuando seguimos sobrecogidos por las consecuencias dramáticas de las inundaciones, la Iglesia en España nos invita a celebrar la Jornada de la Iglesia Diocesana. Poniendo el acento en la necesidad de entender la vida como vocación, damos a conocer la realidad concreta de nuestra Diócesis para tomar conciencia creciente de que el Señor nos llama a descubrir nuestro lugar en la Iglesia. Llamados todos a la santidad, respondemos al Señor abrazando cada unoel estado de vida desde el cual contribuimos en la misión evangelizadora de la Iglesia.
Pidamos cada día al Señor que nos regale la luz de su mirada para responder a la pregunta más importante de la vida;pregunta que se formula inseparablemente a nivel personal (“Señor, ¿qué quieres de mí?”) y a nivel eclesial (“Señor, ¿qué lugar quieres que ocupe en tu Iglesia?”). Respondiendo a esta pregunta, podremos colaborar en la Iglesia universal trabajando concretamente en nuestra Diócesis, y compartiremos el amor del Corazón de Cristo con nuestros contemporáneos, especialmente con quienes más lo necesitan.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez