En este domingo la Iglesia que peregrina en España celebra el día de la Iglesia diocesana. Nuestra diócesis se une al lema general que reza: “¿Y si lo que buscas está en tu interior?”. En efecto, desde la experiencia interior del Dios vivo y verdadero podremos colaborar con el Espíritu Santo en la construcción de la Iglesia que soñamos. Muy oportuno el pasaje de san Marcos en este Domingo XXXII del tiempo ordinario (12,38-44), día de la Iglesia diocesana.
En el pasaje de los escribas y la viuda el evangelista sitúa a Jesús, después de las disputas con los grupos organizados del sanedrín, “sentado”, en el templo de Jerusalén ante la sala del tesoro, punto neurálgico del templo explotador. Jesús observa el modo de proceder de las gentes. Puede servirnos como clave de interpretación del pasaje que nos ocupa la expresión que escuché en América Latina a un afamado teólogo: “Dime como vives y te diré en que Dios crees”, para, desde ahí, ver en qué comunidad sueñas.
Jesús, en principio, advierte que tengamos cuidado con los escribas y no le falta razones porque son modelo de presunción, vanidad y orgullo. No dudan jamás porque su seguridad les viene del prestigio y del dinero. Por desgracia, estas actitudes mencionadas, se le ponga el mote que queramos, aún perviven alrededor de nuestros templos paralizando toda acción profética y subversiva. Personas y grupos que se esconden detrás de una religiosidad vacía que solo busca los primeros puestos, los reconocimientos públicos, las placas honoríficas y las distinciones. Lo peor y más sangrante de los escribas, los de ayer y los de hoy, es que su soberbia espiritual la sufre y padece el pueblo más débil y sencillo. Utilizan la religión para aprovecharse de gente desamparada e indefensa como es el caso de la mujer viuda.
Que los ricos “echen en cantidad”, aparte de que echan de lo que les sobra”, aumenta aún más la injusticia porque su actitud es de aprobación de los métodos de la institución a la que colaboran a su mantenimiento. Encoge el corazón y provoca grima leer que aquellos letrados oprimían a los débiles e indefensos “con pretexto de largos rezos”. Llegado a este punto tendríamos que reflexionar sobre nuestro estilo evangélico y nuestros métodos a la hora de vivir y anunciar a Jesucristo. Estamos llenos de contradicciones. En esta Jornada de la Iglesia diocesana sería de mucho interés que nos situáramos para ver el mundo y construir la Iglesia desde la mirada de la viuda. Muchas mujeres, algunas viudas, son en efecto las que mantienen los templos de la Almería abandonada, las que lavan los utensilios para la liturgia y barren los templos, … Son las “viudas” pobres que solo pueden darse.
En efecto, el donativo de la viuda no es tanto el dinero que pone en el cepillo como su entrega que es un evidente signo de amor. Con lo que ha puesto en el cepillo en poco va a ayudar a sufragar los gastos del templo, pero su gesto se convierte en denuncia profética. Dando “todo lo que tenía para vivir”.
En verdad el negocio del templo estaba bien montado. En el atrio de las mujeres había 13 cepillos para ofrendas. La mujer puso en el lampadario unos dos leptos, moneda helenista, que equivalía a un cuadrante romano, que era la moneda más pequeña de sus respectivos sistemas monetarios.
Jesús pone como ejemplo luminoso de generosidad a la viuda. Nuestro abandono en las manos de la Providencia, al estilo de aquella mujer desamparada, nos debe llevar a entregarnos sin medida y, al tiempo, velar por el pobre de tal suerte que luchemos por su dignidad pidiendo menos limosnas y más salarios justos; menos solidaridad y más pensiones dignas; menos “postureo” y más disponibilidad para servir y compartir. Igualmente hemos de procurar con empeño que nuestros templos e instituciones religiosas no reproduzcan el drama de la injusticia del templo de Jerusalén.
Manuel Pozo Oller
Párroco de Montserrat