Querida familia diocesana:
Me gustaría invitar a cada uno de ustedes a esperar, con agradecimiento a Dios, la próxima ceremonia de beatificación del Padre José Torres Padilla; sacerdote nacido en La Gomera y cofundador de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, que este 9 de noviembre será presentado como un ejemplo de amor a Dios y de entrega a los demás.
La vida y el ministerio de Torres Padilla, quizá poco conocidos entre nosotros, son un ejemplo de cómo “el amor de Cristo es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente”. Un proyecto de vida así, propuesto por el papa Francisco en su reciente encíclica Dilexit nos, se hizo verdad en el peregrinaje por este mundo de nuestro paisano. Numerosos testimonios avalan su fama de sincero amor a Jesucristo, de una vida de oración sólida y de un compromiso creativo con el sufrimiento de los más pobres.
Para quienes peregrinamos en la fe en estas islas, resulta motivador imaginar cómo en esas mismas calles de San Sebastián de La Gomera, fue donde Torres Padilla inició, no sin dificultades, su camino de santidad. Mismas calles y plazas donde acogió la llamada de Dios al sacerdocio afinando su respuesta en una entrega generosa que paliaba el dolor de sus hermanos. Junto a todo ello, fue igualmente tenido como afinado teólogo y gran profesor.
Creció entre nosotros. Entre nosotros aprendió a hablar con Dios y a desear el encuentro íntimo con Él. Junto a quienes nos precedieron en la fe en estas islas en aquella época, se enamoró de la Eucaristía y tuvo experiencia del poder sanador del sacramento de la Reconciliación y del acompañamiento en la fe. En todos estos capítulos de su espiritualidad llamó la atención de miles de personas, hasta el punto de que, ya viviendo en Sevilla, le buscaban creyentes de toda España para recibir su consejo y aprender de su relación con Dios. Fue también entonces cuando experimentó más profundamente que “al Corazón de Cristo, que tanto amó, no puede agradarle que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin consecuencias fraternas y sociales”. Y se embarcó, con santa Ángela, en dar forma a una nueva congregación, las Hermanas de la Cruz, pobres entre los pobres: dos enamorados de Jesucristo, mano a mano, profecía y testimonio de un mundo nuevo.
De esta manera, Torres Padilla se convierte en camino espiritual para nuestra Diócesis. La rotunda sinceridad de su fe, motor de su existencia, brotaba de la contemplación de que “nuestro corazón coexiste con los otros corazones que le ayudan a ser un tú”. De ahí, su compromiso sin fisuras con los conventos pobres, los seminaristas sin recursos, los jóvenes en peligro de caer en la prostitución, las viudas, los presos, los hospitales, los ancianos… miles de rostros sufrientes a los que les regaló otra oportunidad en el nombre de Dios.
Es imposible condensar aquí la altura de un hombre que aceptó el reto de ir delante, en salida, abriendo caminos para el Señor. Es muy probable que conozcamos poco de la aventura de amor y fidelidad a Dios del sacerdote Torres Padilla. Y es por ello que a todos quisiera invitarles a acercarse a la vida y la obra de este gomero que se adelantó en el amor. Y también me gustaría invitarles a estrechar nuestros lazos de comunión en torno a la Iglesia diocesana, la misma que alimentó la fe y cuidó la vocación de este hermano nuestro que sube a los altares; nuestra Iglesia más cercana, ésta donde el Corazón de Cristo sale al encuentro de cada corazón humano.
José Torres Padilla, ruega a Dios por nosotros e intercede ante el Señor por la Diócesis donde Dios te convocó a la vida y te llamó a la fe.
Antonio M. Pérez Morales
Administrador Diocesano