Esta semana, Antonio Gil pone de manifiesta en «Al trasluz» la importancia de ser «una Iglesia en pie»
El papa Francisco clausuró el Sínodo de la Sinodalidad, lanzando un “encargo” desde la Basílica de San Pedro, a la Iglesia universal, ofreciendo cuáles han de ser sus destellos principales, su silueta más hermosa. Como nota de especial relieve, el Papa desveló que no tiene intención de publicar una exhortación apostólica postsinodal, “para poder convivir en las diferencias dentro de la Iglesia”. He aquí el luminoso horizonte que nos ofrece.
“No un Iglesia sentada, sino un Iglesia en pie. Para vivir de verdad no podemos permanecer sentados: vivir es siempre ponerse en movimiento, caminar, soñar, hacer proyectos, abrirse al futuro. Al Señor se le sigue por el camino, no se le sigue encerrado en nuestras comodidades, no se le sigue en el laberinto de nuestras ideas: se le sigue por el camino.
No una Iglesia muda, sino una Iglesia que recoge el grito de la humanidad.
No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás.
No una Iglesia estática, sino una Iglesia misionera, que camina con el Señor por las vías del mundo. Por favor, dejemos a un lado el lamento de la resignación, entreguemos al Señor nuestras cegueras, levantémonos y llevemos la alegría del Evangelio por las calles del mundo”.
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