Bien se puede decir que la Catedral de Málaga es una gran pinacoteca, ya que, repartidas en sus capillas y dependencias, existen cerca de trescientas pinturas, sin contar todas las que hay depositadas en el anejo Obispado, donde en la posguerra se trasladaron una buena cantidad de cuadros que se encuentran en calidad de depósito, así como varias obras más repartidas en otros templos de la ciudad, como los Santos Mártires o la Trinidad.
El valor de todas estas pinturas es desigual, ya que, junto a creaciones de maestros de primera fila como Alonso Cano, Ribera, Morales o Maíno, hay muchas de factura anónima y de diferentes calidades. Muchas de ellas que no sobresalen por su valor, sí tienen el interés de los temas que reproducen.
Eso ocurre con un lienzo, colgado en las escaleras que conducen al museo catedralicio. De temática aparentemente ininteligible hace referencia a la espiritualidad de los frailes cartujos.
De complicada lectura, baste saber que en la parte inferior del lienzo aparece representado el orbe, sobre el que se ve una puerta con tres gradas representando la fe, la esperanza y la caridad.
Un fraile se dispone a cruzarla, dispuesto a ascender por los doce estratos concéntricos en cuyos márgenes aparecen planetas, astros y elementos. En la parte central, podemos contemplar a religiosos entregados a sus labores que, progresivamente, adoptan actitudes de arrebatos místicos hasta quedar difuminados en la parte superior cuando acceden a la presencia de Dios, simbolizada en el tetragrama, las letras hebreas reservadas para consignar el inefable nombre de Dios.