Homilía en la Función Principal de la Hermandad de Ntra. Sra. de la Cinta

Natividad de la B.V. María, Virgen de la Cinta
S. I. Catedral de la Merced
Huelva, 8 de septiembre de 2024

Homilía

Lecturas:
Miqueas 5, 1-4ª. Sal 12, 6ab.6c.; Rom 8, 28-30; Mat 1,18-23.

“MUÉSTRANOS A JESÚS”

Hermanos y hermanas, amados por el Señor:

1       Con esta solemne Eucaristía y la procesión que la precedió ayer por las calles de nuestra ciudad y la subida que seguirá esta tarde celebramos solemnemente la fiesta de nuestra patrona la Virgen de la Cinta. Lo hacemos este día 8 de septiembre, cuando el calendario litúrgico de la Iglesia Católica señala la fiesta de la Natividad de la Virgen María. Vitoreamos el nacimiento de María, poniendo los ojos y el corazón en nuestra Virgen Chiquita, nuestra Madre.

De este modo nos insertamos en una historia de siglos de devoción y amor a la Virgen de la Cinta. La tradición se remonta a un santuario de época visigoda, destruido durante el asentamiento musulmán, donde tras la reconquista cristiana se descubre la pintura de la Virgen, construyéndose una ermita en uno de los cabezos frente al río. También, nosotros, hoy, ante la Madre del Señor le pedimos: “Muéstranos a Jesús” (Salve). Muéstranos a Aquel que es al mismo tiempo el camino, la verdad y la vida.

2       Sí, Madre, “muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”, porque tenemos necesidad de Dios. Y no precisamos un Dios imaginado o supuesto, sino el Dios que nos ha mostrado su rostro y abierto su corazón en Jesucristo. Aquel que, como afirma san Juan “es el Hijo único, que está en el seno del Padre” (Jn 1, 18); así sólo él, Jesús, el fruto bendito de tu vientre Virgen María, puede darnos a conocer a Dios, desde la intimidad de Dios mismo, y también revelarnos quiénes somos nosotros, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Así, de nuestra Madre, la Virgen de la Cinta, podemos recibir la invitación a orientar hoy y siempre nuestra vida hacia Jesús, a caminar de nuevo hacia Cristo, si nos hemos despistado en el camino. La vida se representa bien en la peregrinación; caminar, procesionar, como hacemos con la Virgen Chiquita. Pero el viaje de la vida requiere estar orientados, tener una dirección, caminar hacia una meta. Santo Tomás de Aquino decía que “es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que caminar rápidamente fuera de camino. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando del término.” (Cf. Comentario sobre el evangelio de san Juan, cap. 14, lec. 2).

3       “Muestranos a Jesús”, porquesolo en “Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, el cual es «el camino, la verdad y la vida» (cf. Jn 14,6), se da la revelación de la plenitud de la verdad divina: «Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27). «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado» (Jn 1,18); «porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente» (Col 2,9-10).” (Declaración Dominus Iesus, 5).

Ciertamente ha habido en la historia muchas grandes personalidades que han hecho importantes experiencias de Dios. Sin embargo, son sólo experiencias humanas, con sus limitaciones humanas. Sólo el fruto bendito de la Virgen es Dios y por eso sólo Él es quien pone realmente en contacto inmediato a Dios y al hombre. Esto no significa de ninguna manera que despreciemos a las otras religiones ni que radicalicemos con soberbia nuestra fe; sino únicamente que como cristianos afirmamos que hemos conocido a Aquel que nos ha colmado de bienes, para que podamos compartirlos con los demás.

4       Necesitamos testificar así la verdad de la fe, para que nuestra devoción a la Virgen de la Cinta sea cristiana de verdad, y no se disuelva en un emotivismo costumbrista local, que nos conmueve en estos días, pero que no afecta seriamente al discurrir de nuestra vida de cada día.

De hecho, en nuestra cultura dominante, en muchos órdenes del pensamiento y de las costumbres nos hemos resignado a considerar que eso de la verdad es demasiado abstracto y hasta peligroso, y que basta con que cada uno tenga sus verdades, porque todas son igualmente válidas. Sin embargo, no faltan voces que alertan señalando que este relativismo es el núcleo de la crisis de Occidente, de Europa y de España, porque si para el hombre no existe una verdad, en el fondo no podremos ni siquiera distinguir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto.

Sin embargo, podemos reconocer que tenemos miedo de que la afirmación de la verdad conlleve intolerancia. Este temor tiene sus buenas razones históricas. El uso de la violencia para imponer la verdad es un rasgo doloroso de la historia pasada y presente de la sociedad, también lo ha sido para la Iglesia. Esta dolorosa experiencia debe empujar a todo cristiano a afianzarse en el principio fijado por el Concilio: “La verdad no se impone más que por la fuerza de la verdad misma, que penetra en las mentes de modo suave y a la vez con vigor” (DH 1).

5       Esta es la enseñanza de nuestra patrona. “Muéstranos a Jesús”. María, la Virgen de la Cinta, responde, presentándonos al Niño desnudo en su brazo derecho. Dios se ha hecho pequeño por nosotros. Dios no viene con la fuerza exterior. Se pone en nuestras manos como un niño pequeño. Pide nuestro amor. Nos invita a hacernos pequeños, a bajar de nuestras pretensiones soberbias y aprender a ser niños ante Dios.

Esta imagen del Niño de las sandalias expresa como la verdad de Dios se nos ha manifestado, y como debemos testimoniar la verdad de nuestra fe en Jesucristo. No se impone mediante un poder externo contra la libertad de nadie, sino que es humilde y sólo se ofrece a cada persona por su fuerza interior. Aquel que es la verdad se entrega en el amor; y el amor no se impone, sólo se puede recibir y transmitir como don.

6       Como cristianos, tenemos que transmitir el don de la fe de la misma manera que lo hemos recibido, afirmando con absoluta convicción, hasta dar la vida si fuera necesario, como los mártires cristianos de todos los tiempos, la verdad de Jesucristo en el amor, tal como nos ha sido entregada. La Virgen de la Cinta nos muestra a su Hijo y pide que nos fiemos de él. y aprendamos a vivir la verdad y en el amor.

“Muéstranos a Jesús”. Esta es la petición que hacemos a nuestra Madre en la fiesta de su nacimiento. Y sabemos que María escucha nuestra oración. Sí, en cualquier momento, cuando miramos a la Virgen de la Cinta, ella nos muestra a Jesús. Así podemos encontrar el camino recto, seguirlo paso a paso cada día, con la confianza de que ese camino lleva al gozo del Amor eterno.

Como hemos rezado cada día de la Novena, hoy también te suplicamos: “¡Madre mía de la Cinta! Interceded por esta ciudad y por vuestros especiales hijos…que una mirada de vuestros ojos, llenos de dulzura y misericordia, que nos convide a asirnos a esa misteriosa Cinta, a fin de que, ciñéndonos con ella al yugo suave de la santa ley de vuestro Hijo, alcancemos un día la eterna recompensa de la gloria. Amén.

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