Como cada 15 de agosto, la Catedral celebró el día de su titular, la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. La Eucaristía, presidida por el Deán de las Catedrales, D. Francisco Juan Martínez Rojas, ha estado concelebrada por un nutrido grupo de miembros del Cabildo Catedral.
La celebración ha contado con la colaboración de los miembros de la Cofradía de la Buena Muerte, así como por seminaristas y por acólitos del primer Templo diocesano.
Una procesión claustral, con la Virgen de la Antigua, patrona del Cabildo, daba inicio a la celebración, a las 11:30 de la mañana. Desde la capilla del Santo Rostro, hasta el presbiterio, la Virgen fue portada por miembros de la Cofradía de la Buena Muerte. Precedida de un cortejo de niños con flores. Cada año, esta fiesta reúne a un mayor número de fieles que quieren participar en la Eucaristía en honor a la titular de la Catedral.
Las lecturas han estado participadas por cofrades de la Buena Muerte y Evangelio lo ha proclamado el vicedeán, D. José López Chica.
Homilía
El Deán ha querido comenzar su prédica haciendo memoria de San Fernando y de la intención del autor del retablo que lleva su nombre para ahondar en las raíces de la fe del pueblo jiennense: “El artista que decoró el ático del retablo de la capilla de San Fernando en nuestra catedral, evocó la dedicación de la mezquita mayor o aljama de Jaén al culto cristiano, allá en 1246. Podemos contemplar a San Fernando de rodillas, que con mirada extática contempla a la Virgen María Asunta, que domina la escena, mientras el obispo de Córdoba, don Gutierre, rodeado de clérigos, inciensa el altar. Esa pintura es un hermoso símbolo de lo que somos como Iglesia diocesana: somos herederos de la labor de cristianización de San Fernando, labor de cuyo inicio celebraremos ocho siglos dentro de tres años”.
Seguidamente, ha querido poner el foco en la solemnidad que se celebra para expresar lo que significa María para los seguidores de Jesucristo, “la Virgen Madre la hemos contemplado en la primera lectura, tomada del libro del Apocalipsis, no es sólo una prefiguración de la Virgen María, sino de toda la Iglesia, es decir, de todos nosotros. Por eso, hoy no somos simples espectadores. La Iglesia, nuestra Iglesia de Jaén, es una comunidad en marcha, en lucha constante contra el mal. María y la Iglesia, la Iglesia y María forman un binomio indisoluble que hace que nosotros nos alegremos hoy especialmente en la fiesta de la Virgen, porque también es la nuestra”. Profundizando en el dogma de la Asunción, el Deán ha querido señalar que: “Al recordar la victoria de la humilde doncella de Nazaret, celebramos nuestra propia esperanza. La solemnidad de la Asunción vuelve a poner ante nuestros ojos el primado absoluto de Dios en la vida del hombre. En María, como miembro del linaje humano, podemos constatar cómo Dios la hizo inmaculada, libre de toda mancha de pecado, pura y limpia, para que con su vida nos sirviese de acicate a fin de que nosotros también, como dice San Pablo, seamos santos, puros e irreprochables ante Dios por el amor”.
Para finalizar su homilía, y antes de presentar a los niños y recién nacidos ante la maternal mirada de la Virgen de la Antigua, cumpliendo así la tradición, D. Francisco Juan Martínez Rojas ha querido hacer pedagogía de ese momento, para que fuera más que un símbolo, haciéndose así vida en los pequeños el Evangelio: “Ahora vamos a ofrecer a los niños a la Virgen. Que no sea un simple rito frío y vacío. Hagamos que también estos niños puedan saborear la leche nutricia y salvífica del Evangelio de Cristo que María les ofrece, para que crezcan robustos en la fe, firmes en la esperanza y ardientes en la caridad. Y para ello, enseñémosles a nuestros niños esta verdad reconfortante: tenemos una Madre; gracias a María el cristianismo es la religión de la confianza, de la ternura. No podremos hacerles regalo más grande a estos niños que ahora vamos a encomendar a la Madre de Dios y madre nuestra que enseñarles a que amen a la Virgen, y se sientan siempre amados, acogidos, escuchados, abrazados por la ternura infinita de Aquella que, si la dejamos entrar en nuestra pobre vida, es capaz de convertirla, como hizo en Belén con un pobre establo, en la bella morada en el que reine su Hijo”, ha concluido.
Después de la profesión de fe, el presbiterio se ha llenado de niños y bebés que han sido presentados ante la patrona del Cabildo Catedral.
Al concluir la celebración eucarística, se llevó a cabo la bendición secular con el Santo Rostro por los balcones de la Catedral. Una bendición por cada uno de los puntos cardinales. En la plaza de Santa María, numerosos fieles quisieron cumplir con la tradición y ser bendecidos por el Rostro del Salvador, bendición que también se imparte cada Viernes Santo por los balcones del relicario del Santo Rostro.
Fotos: José Luis García Carreño/Jaén donde resido
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