
A sus amigos, compañeros y feligreses nos llamaba la atención su obstinada fidelidad al fondo de los evangelios, y, sobre todo, su capacidad para armonizar, en una sorprendente síntesis vital, las dos sendas que, a veces, se presentan como paralelas o, incluso, como divergentes: la contemplación y la acción. Su reflexión le empujaba al compromiso y su sentido de la trascendencia proporcionaba consistencia a su sensibilidad social. Aunque era respetuoso con la tradición, la interpretaba desde las claves que le suministraba la perspectiva actual. Poseía una fina sensibilidad para captar los signos de los tiempos y las condiciones de los lugares en los que, con su voz, hacía resonar la Palabra del Evangelio. Era consciente de la época y del lugar en que vivía y de las luchas que libraban conciudadanos en las diarias batallas de la subsistencia, de la inmigración, del paro, de la droga y de la marginación.
Antonio Troya era uno de los exégetas que, a mi juicio, mejor han calado en el fondo de los mensajes evangélicos y uno de los que lo exponían con mayor sencillez y lo explicaban con mayor claridad. Gracias a la observación reflexiva de la realidad y a la lectura evangélica de los sucesos cotidianos, iluminaba sus actividades con una perspicaz lucidez y, al mismo tiempo, las impregnaba de un intenso realismo. Su austeridad personal o, en otras palabras, su pobreza evangélica -paradójicamente rica y enriquecedora-constituía una llamada a la conciencia moral y una interpelación para todos los que, ansiosamente, sólo luchan por acumular bienes materiales. Su manera sencilla de vivir esa radical renuncia le proporcionaba una libertad y una credibilidad superiores a las que prestan las ínfulas presuntuosas y los títulos honoríficos. Era un servidor de sus hermanos que predicaba el perdón, la generosidad y la solidaridad.
Ha fallecido un hombre frágil de cuerpo y robusto de espíritu, modesto y compasivo, carente de afán de poder y de riquezas: un sacerdote en el que se concentraban los valores estrictamente cristianos. Que descanse en paz.
Fdo. José Antonio Hernández Guerrero
El velatorio es en el Tanatorio de Puerto Real, y el funeral mañana 14 de agosto en la Iglesia de San Sebastián de Puerto Real, a las 17 horas.