Siguiendo una venerable tradición, el apóstol Santiago el Mayor vino a España a
anunciar el Evangelio. Él es hermano de Juan, ambos los hijos del Zebedeo. Y a los dos,
junto con Simón Pedro, los llamó Jesús al círculo de sus más íntimos para ser testigos
de la resurrección de la hija de Jairo, de la transfiguración en el monte Tabor y de la
agonía de Getsemaní en el huerto de los olivos, en la noche de la pasión.
Llegó a Zaragoza, predicó el Evangelio a orillas del río Ebro y recibió la visita
confortante de María, que vino a visitarle en carne mortal, cuando ella todavía estaba en
este mundo. En ese lugar se venera hoy a la Virgen del Pilar. Santiago regresó a
Jerusalén para encontrarse con María antes de su dormición y asunción al cielo. Y en
Jerusalén fue martirizado hacia el año 42-44 por Herodes Agripa (cf. Hech. 12,2).
A comienzos del siglo IX, fue hallado su sepulcro en Compostela, y es confirmada su
autenticidad por León XIII en 1884, ordenando que se peregrine a Santiago de
Compostela como lugar del sepulcro del Apóstol. El Camino de Santiago ha sido una de
las venas principales que ha regado el organismo cristiano de la edad media. Y a día de
hoy se ha convertido en uno de los lugares a visitar, por creyentes y no creyentes.
Su predicación en España al comienzo de la era cristiana, el descubrimiento de su
sepulcro en Compostela, y el Camino de Santiago, hacen que su sepulcro sea
continuamente visitado por peregrinos, y convierte a Santiago apóstol en un referente y
un aglutinante de la fe católica en España. Por eso, Santiago es patrono de España.
Al llegar su fiesta año tras año, estamos llamados a reconocer este patrocinio sobre la
Iglesia que camina en España. Él nos aporta la apostolicidad de la Iglesia, las raíces
apostólicas de la Iglesia, una de sus notas esenciales que confesamos en el Credo. La fe
católica no es un invento de anteayer, sino que tiene sus raíces en los mismos
apóstoles, cuyo ministerio apostólico ha sido ejercido en España por el apóstol
Santiago, y probablemente también por el apóstol Pablo.
La desintegración de la unidad de España, o mejor, la unidad de España entendida de
otra manera no debe mermar este patrocinio del apóstol Santiago sobre las comunidades
cristianas en España. Tener un apóstol como patrono significa tener un intercesor en el
cielo de especial rango, al que pedimos continuamente que la fe cristiana se mantenga y
crezca en los territorios españoles. Ya no sólo de nuestra patria, sino también de los
pueblos de Hispanoamérica que lo veneran especialmente.
La tarea de la nueva evangelización en el mundo occidental debe contar con estas
mediaciones, con la intercesión del apóstol Santiago, en la difusión de la fe católica en
nuestras comunidades, que han de transformar el mundo en el que vivimos. La frescura
del mensaje evangélico, que el apóstol Santiago nos ha transmitido, viene reforzado por
su martirio, el supremo testimonio de amor a Cristo, rubricado con su sangre. Y viene
acompañado por la presencia de la Virgen María, nuestra madre, que garantiza la pureza
del evangelio y abre los corazones al evangelio de su Hijo Jesús.
Que la fiesta del apóstol Santiago afiance nuestra fe y nos renueve en el impulso
evangelizador para hacer presente hoy en nuestro mundo la novedad de Jesucristo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba