El estupor de la misericordia

Refiere el evangelista san Marcos que los que ven los milagros de Jesús se llenan de estupor. El texto griego del evangelio utiliza la palabra éxtasis, que también se puede traducir como asombro y admiración que hacen salir de sí. Los clásicos griegos, desde Sócrates, repiten que el asombro es el principio del conocimiento, en cuanto pone en movimiento las capacidades de verdad, bondad, belleza y comunión, constitutivas del ser humano. El asombro es también la reacción limpia de los niños cuya inocencia les hace abrirse a la novedad que el mundo progresivamente les ofrece. El estupor está también en el principio, medio y fin de la fe.

Así sucedió cuando Jesús curó a la hija de Jairo, a la que daban por muerta. En la misma jornada, refiere el evangelista, realizó dos milagros. Primero atendió al ruego suplicante de Jairo, el jefe de la sinagoga, cuya hija de tan solo doce años se estaba muriendo. Yendo de camino hacia donde se encontraba la pequeña, una mujer enferma se abrió paso entre el gentío para tocar a Jesús, pensando que con solo tocar su manto quedaría sana. Gracias a esa acción, aquella enferma no sólo recobró la salud, sino que se abrió a la salvación. Tanto a esta mujer como a los padres de la pequeña, Jesús pide que tengan fe.

Cuando llegamos con la Iglesia al Domingo Decimotercero del tiempo ordinario, la Palabra de Dios que se proclama viva en la liturgia pone ante nuestra consideración, una vez más, el alcance de la fe. La fe nos abre a la salvación si tenemos la audacia de vencer los obstáculos que nos impiden estar cerca del Señor, como la mujer enferma que tocó el manto de Cristo. La fe nos dispone a recibir la vida que Cristo nos regala si, superando la burla de los incrédulos, ponemos la confianza en Nuestro Señor. A creer se llega creyendo. Las acciones de audacia y confianza dirigidas a Jesucristo nacen de la fe y, a la vez, obran la fe. En la relación con el Señor tan importante es acoger los dones que Él nos ofrece como poner a trabajar esos dones.

Llegamos a la clausura del curso pastoral con una celebración que nos llena de esperanza: en la Solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, aniversario de la creación de la Diócesis de Asidonia-Jerez, son ordenados dos nuevos presbíteros y cuatro nuevos diáconos. Damos gracias a Dios por su bendición derramada sobre nuestro seminario, donde se forman los futuros sacerdotes de nuestra Diócesis, y pedimos que nos siga tocando con su mano providente para que no nos falten jóvenes que respondan con generosidad a su llamada. Pidamos el don de la fidelidad hasta la eternidad para los nuevos presbíteros y diáconos, de modo que en el ejercicio del ministerio que la Iglesia les confía, brille el amor del Corazón de Cristo Buen Pastor y todos, creyentes y no creyentes, se llenen de estupor.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

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