Se cumplen 1.100 años del martirio de San Pelagio (san Pelayo). Tenemos la fecha
exacta de su martirio, el 26 de junio del año 925. Y sabemos el lugar exacto de aquella
tortura que acabó con su vida en la tierra y le abrió de par en par las puertas del cielo.
Ese lugar es donde se ha levantado el Seminario Conciliar, que lleva su nombre. Por
eso, empezamos el 26 de junio de este año 2024 para prepararnos a la fiesta de su
centenario en el próximo año.
Este niño gallego, nacido en Alveos (Pontevedra), se va educando en torno a su tío
Hermogio, el obispo de Tuy. En una de las refriegas de la reconquista, el obispo
Hermogio es capturado como prisionero por el Califa de Córdoba y es trasladado a la
cárcel de Córdoba. La diócesis de Tuy vive años de incertidumbre, con la Sede
impedida, y con el obispo en la cárcel. Por fin, algunos parientes del obispo se lanzan a
liberarlo y devolverlo a su Sede de Tuy. Viajan hasta Córdoba su hermano acompañado
por el hijo de éste, su niño Pelagio, que tiene en torno a diez años de edad.
Un primer gesto del niño Pelagio es el de ofrecerse como rehén para la libertad de su
tío, el obispo. Un gesto de caridad, por el que su tío alcanza la libertad y es devuelto a
su Sede de Tuy. Con este gesto, Pelagio muestra la talla de su grandeza espiritual, aun
siendo un niño. Pelagio se queda en Córdoba, en la corte del califa, donde destaca por
su ferviente oración, recitación de los salmos y su buen comportamiento.
Tres o cuatro años más tarde, el califa Abderraman III, atraído lujuriosamente por el
adolescente, le hace propuestas de pecar contra la castidad. Y Pelagio no cede ni
consiente; recuerda su vivencia cristiana, aprendida en su familia, y está dispuesto a
morir antes que pecar u ofender a Dios. Probablemente el Califa le ofreciera algún
puesto importante en su corte, y le garantizaría un futuro prometedor en el califato. El
niño Pelagio afirma reiteradamente: “Soy cristiano, soy de Cristo, y quiero seguir
siéndolo siempre”. Rechaza los halagos del califa y desprecia todas sus ofertas.
La fidelidad en el amor a Cristo le acarrea el enfado del califa, que enfurecido manda
descuartizarlo vivo. Le arrancan los brazos y las piernas, le siegan la cabeza para tirarla
al río Guadalquivir, le matan violentamente. Pero él permanece fiel con una fortaleza
que supera la capacidad humana, una fortaleza que le viene de Dios. Con tan pocos
años, se convierte en un mártir, gigante en el amor a Cristo.
La noticia de la muerte de Pelagio llega hasta los últimos rincones de la península
ibérica, llega sobre todo hasta Galicia. Quedan todos asombrados de la fortaleza de este
adolescente y de la crueldad de los tormentos. El martirio de san Pelagio enciende el
amor de los cristianos de su tiempo y el deseo de verse libres del tirano. Este atropello
fue motor de la Reconquista.
Al llegar a la diócesis de Córdoba, constaté inmediatamente la gran devoción que los
seminaristas y los sacerdotes cordobeses tienen a san Pelagio, y guardan para toda su
vida. Basta escuchar el himno a su santo patrono, con qué entusiasmo es cantado. San
Pelagio ha inspirado al clero cordobés muchos actos de amor y de ofrenda al Señor y
han experimentado su valiosa intercesión en vivir la virtud de la castidad que los
prepara para el sacerdocio.
El Año jubilar que iniciamos el próximo 26 de junio será un momento de gracia añadida
para experimentar esa renovada intercesión y acudir más intensamente a su patrocinio
para crecer en las virtudes de la fe, del amor a Cristo, de la castidad, de la oración, etc.
San Pelagio interceda en Córdoba, donde recibió la palma del martirio, por los
sacerdotes, por los seminaristas y por los que se sientan llamados al sacerdocio.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba