Jean Monnet, Robert Schuman, Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi y Paul-Henri Spaak son los llamados ‘Padres de Europa’. Conocer su trayectoria, acuerdos y discusiones es clave para comprender cómo y por qué se tomaron decisiones que hoy afectan a cerca de 500 millones de personas. También para reflexionar si conviene volver a repensar las raíces y fundamentos que empujaron a estos tipos a la construcción del proyecto europeo.
De entrada, hay que subrayar que la idea original de la Unión Europea tiene profundas raíces cristianas. De hecho, mucho de lo que planteó uno de los impulsores, Robert Schumann, por cierto, en proceso de canonización, estaba inspirado en las ideas de León XIII; un Papa al que le preocupaba el colapso del intento de restaurar el orden europeo que precedió a la Revolución Francesa; con el consiguiente riesgo de nacionalismo, liberalismo y anticlericalismo.
En su mecanismo esencial sugerido a Schuman por otro Papa, en este caso, más cercano en el tiempo, Pío XII, por el que cada Estado mantiene derecho a su propia soberanía pero en determinadas áreas se ejercita a través de un órgano de consentimiento común, la UE sigue siendo hoy lo que proyectaron los ‘Padres de Europa’.
Ahora bien, la evolución que experimenta Europa apunta a algo sobre lo que los fundadores advirtieron en su momento: que una democracia anticristiana propiciaría una caricatura del proyecto europeo que terminaría en anarquía o tiranía. Estamos en un continente en el que muchas personas han dado la espalda a la fe y ante las consecuencias nocivas de la dictadura del relativismo. Urge reflexionar sobre las ideas que empujaron al surgimiento de la Unión Europea por aquello de valorar si queremos la Europa por la que transitamos o preferimos actualizar el proyecto europeo asumiendo hoy las raíces que la vieron nacer.
Artículo publicado en la sección de OPINIÓN del DIARIO SUR