Juan Francisco Cardaldas, sacerdote diocesano y profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis, ayuda a profundizar en el Evangelio de este domingo, (Mc 3, 20-35).
La Buena Noticia debe seguir siendo en nuestro mundo que Dios pasa por nuestras vidas. Y por medio de su Espíritu nuestra Iglesia siga siendo el Anuncio del Reino en el que Dios quiere liberarnos de todo condicionamiento de nuestra mente y de nuestro corazón y mostrarnos la gran misericordia derramada por medio de este anuncio.
Nuestro entorno sigue hambriento de Dios, no de nuestras teorías del Reino de Dios, sino que espera a Dios que actúe desdemonizándonos de todo aquello que nos quita la paz cada día. Y no será por medio de fenómenos excéntricos, sino con la suavidad, ternura y sigilo de su palabra, que no logra apagar el pábilo vacilante.
Viene a sanarnos de raíz, donde albergamos nuestros propios demonios, simplemente mostrándonos la misericordia de Dios. No se entenderá. Nuestro entorno se resistirá, sin duda. Seremos acusados para justificar no ser aceptados, sin más.
Y el Señor nos invitará a participar de su familia. Nos propone ampliarla a los que viven las servidumbres y esclavitudes de este mundo, a los que sufren desde el interior de sus vidas y claman por salir de tanta desesperación. Si ellos son nuestra familia, seremos capaces de acercarnos desde el cariño y afecto que necesitan y no tendremos miedo porque nos podrá más nuestro deseo de verlos liberados y rehabilitados en toda su dignidad. Son nuestra madre y hermanos.