Un texto sin contexto es un pretexto. Y es lo que me da que ha ocurrido cuando se filtraron dos expresiones atribuidas al Papa Francisco en referencia, por una parte, al mariconeo en ciertos Seminarios y, por otra, al chismorreo, atribuyendo este deporte nacional a que es cosa de mujeres. Todo un pretexto para hacer daño a Francisco.
Entiendo que filtrar expresiones, más o menos acertadas, de una conversación privada, busca echar leña al fuego en contra de quien las pronuncia. Máxime cuando, a priori, en el contexto, evidencia algo que es necesario cuidar a nivel clerical: centrarse en lo fundamental y evitar deslizarse por la corriente de lo superficial, de los dimes y diretes.
A Frédéric Martel, autor de ‘Sodoma. Poder y escándalo en el Vaticano’, homosexual para más señas, por tanto, a priori, para nada sospechoso de ser un devotofan de Francisco, no le ha escandalizado la expresión de los Seminarios. Imagino que tampoco la referida a las mujeres, aunque en ese sentido no leí declaraciones suyas. Es más, hace una interpretación interesante, afirma que quien ha hecho la filtración no puede soportar que Francisco sea amable con el colectivo gay y afirma: «Esta es la regla secreta que debe entenderse en el Vaticano». Por extensión, tampoco soportaría a un Papa que busca, como sus antecesores, que los sacerdotes se centren en lo esencial y se alejen de algo tan cutre como el cotilleo o el ‘lleva y trae’. Algo que por cierto vendría muy bien.
No está el horno para mucha exégesis; pero, de entrada, entendiendo que son expresiones que podrían haber sido evitadas, sostengo una lanza a favor de Francisco, queriendo entender su orientación educativa: alejar al sacerdote de maneras de vivir que le separen de la vocación y consagración plena a Jesucristo.