ES POR TU BIEN, por Ramón Bogas Crespo

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

“Es por tu bien” es probablemente una de las frases más tramposas en nuestras relaciones. Lo decían nuestras madres cuando éramos pequeños y lo siguen diciendo nuestras parejas, amigos e, incluso, los curas en sus sermones. Parece una frase inofensiva y llena de buenas intenciones, pero está cargada de manipulación y egoísmo. “Es por tu bien” suele significar sibilinamente “Vas a hacer lo que yo te digo, porque yo soy la medida de todas las cosas y el que sabe cómo hay que hacer todo”. Ya sé que me vais a decir que no es siempre así y que vosotros (que sois buenísimos) la pronunciáis siempre con recta intención, pero hacedme caso… es una frase tramposa.

Otra de mis preferidas es “No me des ese disgusto y haz lo que yo te digo”. También nos decían cosas como “Si haces esa carrera, me sentiré orgulloso de ti” y “Si haces lo que quiero que hagas, serás buen hijo”. Siempre queremos cambiar a los demás y hacerlos “como Dios manda”, y el mensaje que lleva implícito es “Tu valía depende de cumplir las expectativas de los demás”. Al final, alguien cede (el más débil), pero esa cesión acaba generando tensiones y malestar. De tanto vivir como los demás quieren que lo hagamos se va generando un sentimiento de larvada frustración que acabará saliendo de forma desordenada antes o después.

Aceptar al otro como es, con su peculiar forma de ser y estar en el mundo es muy difícil. Acoger al amigo, al hijo, a la pareja sin condiciones significa quererlo como es. Una misión costosa, pero apasionante será encontrar el ‘tesoro’ oculto en el corazón de los demás. Es como la mirada de Dios: compasiva, amorosa, exigente sin atosigar, dulce, siempre concernida, tal como mira una madre.

Paseaba Jesús Eucaristía por las calles de nuestros pueblos y ciudades en el pasado fin de semana del Corpus bendiciendo y amando a todo el mundo. Sin pedirle el carnet de buen cristiano ni su estado civil. Y ese es el amor de Dios que se hace sacramento en la Misa. Una entrega incondicional. No podremos hacer nada para merecerlo ni necesitamos méritos para conseguirlo. No tendremos que superar pruebas ni saber catecismos ni teologías para entenderlo porque no hay ser humano que comprenda esa lógica. Decía Juan Pablo II en una encíclica sobre la Eucaristía: “Los apóstoles que participaron en la última cena ¿Comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo? QUIZÁS NO” (Ecclesia de Eucharistia, 17 de abril de 2003). Ellos como tú y yo seguimos sin entender completamente este misterio de amar sin condiciones.

Y ese amor incondicional (de nuestros padres, amigos o de Dios mismo) es algo esencial para la SALUD INTEGRAL del ser humano. Solo cuando sintamos esa aceptación sin condiciones, descansaremos. Solo cuando no estén siempre exigiéndonos que cambiemos y hagamos lo que se espera de nosotros, seremos felices. Solo en ese ABRAZO tuyo lleno de AMOR, encontraremos la alegría de saber que nos creaste como las personas más especiales del mundo.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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