V domingo de Pascua
En la primera lectura de este domingo se puede ver cómo sigue creciendo la Iglesia, convencida de la presencia activa de su Señor resucitado y guiada por su Espíritu. La Iglesia crece y madura, aunque no está exenta de dificultades, tanto internas como externas, pero la fuerza de la fe y la confianza en el Espíritu Santo se va manteniendo en un ejemplar testimonio de serenidad y paz. Precisamente el protagonismo que va tomando san Pablo en los comienzos de la evangelización es un testimonio vivo de una comunidad de hermanos que ha sabido acoger en su seno al que ha elegido el Señor como apóstol de las gentes, porque han visto en él la acción del Espíritu. Para todos nosotros hay un mensaje: que debemos crecer también en madurez en nuestras comunidades y fiarnos más de la acción del Espíritu que sigue hablando y presentando los campos de evangelización en nuestro mundo oscuro y complejo.
Este domingo y el que viene se nos invita a profundizar en el misterio pascual de Cristo en cuanto a nuestra relación con él, con la hermosa metáfora de la vid y los sarmientos. Este ejemplo que nos pone el Señor es fundamental y lo hace con un lenguaje sencillo, está al alcance de todos y se nos invita a unirnos a Cristo como a nuestro Pastor, de una manera más profunda e intensa, que nos ofrece muchas sugerencias para la vida cristiana; unirnos a él como el sarmiento que se entronca en la vid y vive de ella. La imagen apunta claramente a una comunión de vida con Cristo, porque tenemos necesidad de permanecer con Cristo: «Sin mí nada podéis hacer». Con este sencillo ejemplo podremos entender mejor toda la intención de la Pascua, porque la imagen apunta claramente a una comunión de vida con Cristo.
Celebrar la Pascua no es solo alegrarnos del triunfo de Cristo, sino incorporarnos, dejarnos llevar por el Espíritu, a la Nueva Vida de Cristo. Una expresión típica de san Juan es la de permanecer en Cristo: siete veces aparece en su evangelio. El Resucitado no solo quiere que vivamos «como» él, o que sigamos «tras» él, o que seamos «de» él, o que caminemos «con» él; sino que lo que está indicando de una manera contundente es que vivíamos «en» él. Este es el programa de comunión de vida. Ciertamente «permanecer en él» no se interpreta pasivamente, sino que es un programa dinámico y comprometedor como pocos.
Se trata de dejar que Cristo viva en nosotros, creer en él es el primer y radical lazo que nos une: «Somos de la verdad». Se nos propone que creamos en el nombre de Jesús, y esa fe, la clara decisión de vivir en Cristo, nos lleva necesariamente al amor. Estos son los frutos de nuestra unión con el Resucitado, el que ama permanece en Dios. Pero es necesario recordar a todos que nuestra participación en Cristo es responsable y que debemos cuidarla todos los días por medio de la oración personal y comunitaria, por medio de la Palabra y de los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía. Permanecer cerca de Jesús, porque es él nuestro motor y nuestro alimento.