Homilía de Mons. Jesús Catalá con motivo del rito de la elección de los catecúmenos celebrado en la Catedral de Málaga
RITO DE LA ELECCIÓN DE LOS CATECÚMENOS
(Catedral-Málaga, 18 febrero 2024)
Lecturas: Gn 9, 8-15; Sal 24, 4-9; 1 Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15.
(Domingo Cuaresma I – B)
1.- En este primer domingo de Cuaresma contemplamos la «alianza» que Dios pactó con su pueblo en el Antiguo Testamento.
Dios inicia su alianza de amor con el ser humano en la creación. Siguen después otras formas de alianza: con Noé, mediante el signo del arco-iris; con Moisés, mediante las Tablas de la Ley; con los profetas; con el rey David. Pero estas alianzas fueron rotas todas ellas por el pecado de los hombres. El hombre no fue fiel a la alianza con Dios, mientras que éste siempre permanece fiel.
Finalmente, Jesucristo realiza la alianza nueva y eterna: «Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos» (Ef 1, 4-6). Dios nos ha elegido y nos ha adoptado como hijos.
2.- El Señor, siempre fiel a su alianza, nos sigue ofreciendo a cada uno de nosotros su amor y su alianza. Dios quiere hacer también con vosotros, queridos catecúmenos, una alianza de amor, que ya ha comenzado. No le habéis encontrado vosotros a Dios; ha sido él quien ha salido a vuestro encuentro, a través de una persona, de un acontecimiento, de un gesto, incluso de un paisaje bello. Cada uno de vosotros sabe cuándo comenzó esa historia de amor y cuándo nació en vosotros el deseo de ser bautizado en la fe católica. ¡Dadle gracias a Dios por ese encuentro que él inició y propició con vosotros!
La alianza con Dios es una relación entre personas infinitamente desiguales; porque Dios es infinito y ser humano es limitado, finito y temporal. Sin embargo, es una relación libremente querida y elegida por parte de Dios, según su lógica de su amor (cf. Dt 4, 37).
Más que un contrato bilateral, es un juramento de Dios de elegirse a su pueblo como aliado, de elegirnos a cada uno de nosotros como destinatarios de su amor infinito. ¡Queridos fieles y catecúmenos, sois objeto del amor divino, que quiere transfiguraros a imagen del Hijo amado Jesucristo! ¡Dejaos querer por Dios! Permitidle que os libere de las cadenas que os atan; que os conceda la libertad verdadera respecto a los vicios y deseos que no dan fruto.
Podemos rezar con el Salmo de hoy: «Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas» (Sal 24, 6); «no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor» (Sal 24, 7).
Con Cristo la Alianza que Dios ha hecho con nosotros es eterna, definitiva, nueva y totalmente purificadora y santificadora, que nos llama a llevar una vida digna como seres humanos e hijos de Dios. Porque Cristo actúa como Dios eterno y responde como hombre.
La alianza que Dios ha hecho con los bautizados y la va a realizar con vosotros no la romperá nunca. Dios será fiel siempre. Incluso si algún bautizado reniega de Dios y de su fe, que los hay, Dios siempre cumplirá su palabra.
Permitidme una referencia al sacramento del matrimonio, que se expresa con una alianza (anillo esponsal). Al igual que la alianza de Jesús con su Esposa, la Iglesia, que es alianza eterna, los esposos hacen una alianza eterna, que no se debe romper nunca. ¿Habéis entendido?
3.- La Alianza en el Nuevo Testamento es realizada por Cristo y en Cristo, mediante su muerte sacrificial y victoriosa, que él anunció durante la última Cena, en la que pronunció por primera y última vez el término «alianza»: «Tomad y bebed… Este cáliz es la nueva Alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros» (Lc 22, 20; cf. Ex 24, 8). Jesús selló esa Alianza para siempre con su sangre. El Señor os pide hoy a los catecúmenos que selléis vuestra alianza con él hasta la muerte.
Hay una diferencia radical de esta Alianza respecto a las alianzas del Antiguo Testamento, porque se trata de una alianza verdaderamente nueva, correspondiente al designio de Dios. Jesús es la «alianza» personificada: en Él se expresa la fidelidad de Dios y al mismo tiempo la fidelidad del hombre; porque hasta entonces el hombre había sido infiel a todas las alianzas anteriores.
Gracias a Cristo el ser humano recibe el don del Espíritu (cf. Hb 8, 10) y se convierte en una nueva criatura. En la Noche pascual, queridos catecúmenos, os convertiréis en criaturas nuevas cuando recibáis el bautismo.
4.- La nueva alianza no es un acontecimiento estático ni del pasado, sino una incesante oferta de Dios de amor hacia nosotros, que interpela a toda persona, incluso a quienes la desconocen. Dios invita a todo hombre a vivir una relación de amor con él verdadero hasta que su Reino llegue a plenitud.
Por nuestra parte se requiere una vigilancia constante para ser fieles a la alianza que Dios nos ofrece en Jesucristo; pues el diablo, llamado Satanás, está detrás de nosotros tentándonos para que rompamos la alianza con Dios.
Cristo, como hemos escuchado en el evangelio de hoy, fue tentado por el diablo en desierto (cf. Mc 1, 12-13); y fue tentado durante toda su vida (cf. Lc 4, 13). También nosotros somos tentados y seremos tentados hasta el final de nuestra vida temporal; pero vencemos con Cristo, porque él ha vencido ya y nosotros podemos vencer con él. Estamos llamados a vivir con alegría y gratitud la alianza de amor a la que Dios nos llama. Toda nuestra vida (personal, familiar, religiosa, trabajo, sociedad, cultura) hemos de vivirla en clave de alianza con Dios. La alianza se expresa con la imagen esponsal: Dios esposó a su pueblo Israel; los esposos hacen una alianza eterna.
Nosotros entramos a formar parte de la alianza de Cristo con el bautismo. Toda la vida cristiana (credo, mandamientos, liturgia, sacramentos, especialmente la eucaristía, sacramentales, canto, lugares de culto, pan y vino, altar, otros símbolos) está relacionada y contemplada dentro del misterio de la alianza sellada por Jesucristo. Esta alianza nos exige una vida santa y una lucha contra el pecado. Espero que estéis dispuestos a esta lucha, sabiendo de antemano que tenemos la victoria de Cristo; y esto es una gran ventaja. No confiéis en vuestras propias fuerzas, porque sucumbiríais.
5.- En este primer domingo de Cuaresma la Iglesia celebra el rito de la «elección» o «inscripción del nombre» de los catecúmenos, a quienes hemos recibido al comenzar la celebración en la puerta de la Catedral (cf. Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, 133-142).
Queridos catecúmenos, habéis sido llamados a vivir la alianza de amor con Dios, que ratificaréis en el bautismo, que os convertirá en hijos adoptivos de Dios y miembros de la Iglesia. Dios es siempre fiel a su palabra; os toca a vosotros corresponder libremente a su amor.
Pedimos al Espíritu Santo que os guíe en vuestro proceso personal de conversión; y suplicamos la intercesión maternal de la Santísima Virgen María para que nos acompañe en el camino cuaresmal hacia la Pascua. Amén.