I domingo de Cuaresma
Nos decía el Papa que la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina, a veces amarga, de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno. La voz de Dios traspasa fronteras y llega a todo el mundo, a toda la gente que esté bien dispuesta, a los que tienen los oídos abiertos para escuchar. Dios habla alto y claro. Dios sigue llamando, pero solo responde el discípulo que está atento para escuchar la voz de Dios, el que tiene las lámparas encendidas, esperando que llegue el esposo; los que son perezosos se quedan fuera y no participan del gozo de ver el rostro misericordioso de Jesús. La primera lectura nos presenta la historia de una prueba de fe, el trance por el que pasó Abraham, que es una muestra de la fuerza de la Palabra de Dios, que se hace creíble, tanto para el pueblo de Israel al salir de Egipto, como para cualquiera de nosotros. También el Señor nos pone a prueba, para que respondamos con firmeza y nos convirtamos de verdad. El secreto de la firme decisión está en descubrir y valorar la fuerza, el poder y la belleza de Dios, que te ha prometido una tierra, la libertad, el perdón y la vida eterna. La respuesta de Abraham fue inmediata, se fio de la Palabra de Dios y se puso en camino. Su fe le convirtió en peregrino, en nómada, le desinstaló de su mundo, de su cultura y de su tierra. Dios le presentó una meta creíble y ya, Abraham, no necesitó más, sino comenzar a caminar.
Una mirada a nuestro alrededor nos lleva a cuestionarnos el estilo de la vida. ¿Os habéis preguntado por qué la gente se afana tanto por conseguir riquezas, siendo eso causa de mucho sufrimiento y de ausencia de paz día y noche? ¿Os habéis preguntado por las fatigas de los avariciosos, los peligros, sudores y estrecheces por los que pasan? Pretenden llenar sus arcas, pero han perdido la tranquilidad, se llenan de temores, pierden el sueño… La respuesta a estos interrogantes es clara: no se han encontrado con Dios, no lo conocen, sus vidas están vacías y las pretenden llenar con lo perecedero, experimentando el fracaso y el fraude. Todos los que se alejan de Dios se sienten afligidos, porque en el diálogo con el mundo no encuentran una solución clara de vida, ni la limpieza de corazón, ya que el mundo se encarga de extender la iniquidad y esto te lleva a un corazón frío, que te paraliza y te aleja de la serenidad de Dios. Las obras del que está sentado en el hielo le debilitan el sentido de la humanidad, se hace incapaz de ayudar a nadie, porque no puede salir de sí mismo.
En esta Cuaresma, Dios te pide que escuches, que guardes silencio, estando en el desierto o en el monte, que pongas paz en tu interior. Pero, si te sientes incapaz, si crees que esto no va contigo; si la caridad se te ha apagado, que sepas que en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo, dice el Papa Francisco. Recuerda, Abraham es un modelo de confianza, ha escuchado y se ha puesto en camino.
Os deseo a todos la firmeza de la fe.