La narcolancha, de 14 metros, navegaba a gran velocidad y daba vueltas a la embarcación de los guardias civiles, de menor tamaño y potencia. Finalmente, la planeadora de los narcos embistió la zódiac y dio varias pasadas por encima a los agentes. Con el resultado de muerte.
Cádiz está llena de narcolanchas que se usan para el tráfico de drogas y de inmigrantes. Y cada vez hay más. Hay sensación de impunidad; porque tanto los medios como el personal para hacer frente al fenómeno del narcotráfico o de la emigración son insuficientes. Esto es muy peligroso. Hay además un dato que delata la preocupante realidad: el 40% de la plantilla policial que trabajan en Línea de la Concepción, Algeciras y Tarifa, solicitan cada año traslado.
Esta difícil situación ante la precariedad de personal y medios no solo se da en la provincia vecina. También en Melilla. En mi paso por la ciudad autónoma de Melilla, como sacerdote, recuerdo que la Guardia Civil no gozaba de las mejores condiciones laborales y temía las agresiones de los emigrantes a la hora de repeler una avalancha. No se entiende que con la millonada de euros destinados a reforzar los pasos fronterizos no se refuercen los medios, ni el personal; de una u otra parte de la frontera. También en Ceuta; allí, cuando irrumpe el Levante y los ‘Mkhaznis’ no controlan el flujo fronterizo, se abandonan a su suerte a los migrantes, con el consiguiente riesgo; hablamos de una media de unos veinte nadadores al día.
En esto de la seguridad hablamos de una cuestión de estabilidad nacional. Por el bien de todos, también de las víctimas de la droga y la trata. Recordémoslo. Un país que descuida su seguridad y la de los agentes encargados es un país que no tiene gran futuro.
