Dar esperanza en la tristeza es el lema que propone el Departamento de Pastoral de la Salud para la Campaña del Enfermo, que la Iglesia en España inicia el 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, con la Jornada del Enfermo a nivel mundial, y se cierra el 5 de mayo con la Pascua del Enfermo.
Durante este tiempo, la Pastoral de la Salud quiere promover la reflexión sobre un tema que parece particularmente urgente, el aumento de las personas que padecen sufrimiento psicológico y emocional. Una preocupación que se respalda en un dato: España encabeza la lista de países europeos que más ansiolíticos consumen, según el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud de 2022, del Ministerio de Sanidad.
Necesidad espiritual del enfermo
Este servicio pastoral de acompañamiento recae principalmente sobre los capellanes de hospital. La Archidiócesis de Sevilla cuenta con una treintena de sacerdotes dedicados a la atención espiritual de los pacientes que se encuentren ingresados en centros hospitalarios, con el objetivo de acompañar, escuchar y administrar los sacramentos a los enfermos, familiares y personal sanitario. Toda esta labor la coordina la Delegación Diocesana de Pastoral de la Salud, con el sacerdote y médico Manuel Sánchez de Heredia a la cabeza, bajo el paraguas de la Vicaría para la Pastoral Social.
De la atención a la dimensión trascendente de la persona y las necesidades espirituales del enfermo, incluso de otra confesión religiosa, si lo precisa, tiene experiencia el sacerdote diocesano y enfermero de profesión, Alejandro García, vicario parroquial de Nuestra Señora del Mar, que el pasado mes de octubre fue nombrado capellán del Hospital Dr. Muñoz Cariñanos. “Reconozco todo el bien que un sacerdote puede hacer en esos momentos de debilidad”. García compagina la cura de almas con su profesión de enfermería. “Estoy bastante agradecido porque la enfermería también fue una experiencia vocacional de mi vida y, después de haberla abandonado y pensar que nunca volvería a tener contacto con el ambiente hospitalario, que el Señor me haga este regalo ahora me demuestra todo el amor que puede derramar sobre mí”.
Al ser consultado por el día a día de un capellán, explica que nada más llegar habla con el personal sanitario, empieza la visita planta por planta atendiendo no solo a los enfermos, sino también a sus familiares y al personal sanitario. Seguidamente la Eucaristía a las once de la mañana, salvo los domingos que es a las seis de la tarde. Lo anterior unido a las llamadas de urgencia para asistir casos graves.
Ejercicio del ministerio sacerdotal
Similar es la experiencia del sacerdote Jaime Conde, párroco de Nuestra Señora de la Oliva, nombrado capellán del Hospital Virgen del Rocío en octubre del año pasado. “Para mí esta nueva realidad suponía mucha responsabilidad y, a la vez, fortaleza interior. Acostumbrado a parroquias y colegios me adentraba en un mundo desconocido. Mis compañeros fueron orientándome y explicándome todos los pormenores del hospital, de nuestras responsabilidades y de cómo ejercer el ministerio sacerdotal con celo y fervor”, afirma.
Poco a poco ha ido profundizando en la vida de los pacientes, de los sanitarios y del personal del hospital “que me edificaban espiritualmente unos y otros”. Conde ha recibido muchas lecciones de vida. “Cuánta autenticidad en la fe de los pacientes y de los sanitarios, que, con una caridad heroica dan lo mejor de sí”. Aunque también ha experimentado el rechazo de familias que por miedo o desconocimiento “creen que cuando aparece el sacerdote es porque termina la vida de alguien. También hay algunos indiferentes a nuestro ministerio y reacios a nuestra presencia, son los menos”, añade.
Esperanza ante el dolor
En esta pastoral, Jaime Conde ha podido vivir de cerca “cuánto sufrimiento y dolor y cuántas almas que generosamente y con admirable resignación cristiana se ponen en las manos de Dios, aceptan lo que venga y abrazan su voluntad, aunque esta sea la cruz”. Por su parte, Alejandro García advierte que, aunque la sociedad actual quiera omitir el sufrimiento, el dolor y la muerte, son aspectos centrales de la vida humana “que también el Señor ha venido a redimir y a iluminar, por eso no podemos abandonarlos porque la atención a los más pequeños es siempre la predilección de Dios”.
Para ambos capellanes además de administrar los sacramentos, su misión es transmitir “esperanza, alegría, cercanía, entrega y, ante esa donación del sacerdote, los pacientes infinitamente agradecidos experimentan por parte de la Iglesia, representada en el sacerdote, que Dios es consuelo, fortaleza, paz y bálsamo que alivia sus heridas”. “Que seamos los sacerdotes que pertenecemos a la Pastoral de la Salud, presencia de Dios, alivio en el dolor, consuelo en el sufrimiento y misericordia del Padre que perdona y ama incondicionalmente a todos”, es la plegaria que estos servidores elevan a Dios diariamente.
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