¡¡¡Esto no sucede todos los días!!! es la respuesta que me vino en mente cuando asistí al encuentro que el papa Francisco había programado con los párrocos, presbíteros y diáconos que prestamos algún servicio en Roma, su diócesis, el sábado 13 de enero de 2024.
Casi al inicio del curso pastoral se nos había dicho que el papa Francisco quería encontrarse con su diócesis, con su presbiterio, pero la fecha no había sido señalada con precisión debido a la apretada agenda del papa Francisco. Pero, antes de Navidad ya recibimos un correo electrónico diciéndonos la fecha del encuentro y que no había ningún tema fijado de antemano. Sólo se nos decía que el papa Francisco quiere encontrarse con su presbiterio en la catedral de San Juan de Letrán y basta.
Como ocurre en estas ocasiones, casi tienes que estar una hora antes del encuentro para los diferentes controles y organización. La verdad es que fue rápido y, con solo presentar el carnet de sacerdote de Roma, ya fue suficiente, sin más historias ni más controles.
A las 9 en punto, el papa Francisco llegó a la catedral en el fiat 500 blanco y se presentó ante nosotros en la silla de ruedas y sin la legión de guardaespaldas. “¡Somos gente de fiar!”
Después del rezo de la hora media y el saludo de su cardenal vicario Angelo de Donatis, el papa tomó la palabra y nos dijo que venía con mucha ilusión a tener este encuentro con su presbiterio y que, como nuestro obispo que es, se pone en el centro y está dispuesto a escuchar todas las preguntas que se vengan en mente. Es más, dijo que es mejor hacer una pregunta, así sea acertada o no, que quedarse con cualquier cosa dentro de uno mismo, pues eso es peor y hace mucho daño. Fue una nota de humor y cercanía que motivó la treintena de preguntas que se hicieron entre las más de 800 personas que estábamos presentes.
Recuerdo que no fui de los primeros, pero tampoco de los últimos en preguntar y que haciendo la fila no tuve que esperar mucho. El papa respondía pregunta por pregunta y tomaba anotaciones para no olvidar. Todo en un tono muy coloquial, fraternal, de mucha sinceridad y espontaneidad.
El sacerdote que preguntó delante de mí era uno de Colombia, joven estudiante en Roma, que le dijo al papa si lo podía saludar y le respondió, “por supuesto no me como a nadie”, así que me preparó el terreno para que yo también pudiera acercarme y saludarlo. Toda una experiencia. Me dijo que rezara por él, a lo que respondí, por supuesto, aunque usted también por mí y por todos nosotros.
Le hice una sugerencia a algunas de sus palabras sobre aquello de que todo en la Iglesia es gratis y que no se tiene que pagar nada por los servicios que se prestan. Luego le hice una pregunta tomando unas palabras suyas sobre el hecho de que vivimos en una sociedad pagana en un ambiente cristiano, con lo cual es difícil la evangelización y exige de nuestra parte mucho ingenio y paciencia.
Le pregunté que, como el obispo mío que es en este momento, me diga qué no hacer y qué hacer como párroco y como presbítero ante una sociedad que él había definido como pagana en un ambiente cristiano.
Sus respuestas fueron sencillas, claras y muy realistas. En primer lugar, no ser apegados al dinero y a todo lo que sea poder, autoritarismo, prestigio, sino, más bien, ser personas de oración, cercanas a todos, que acogen con la misericordia de Dios y viven la alegría de haber sido llamados y salvados por Jesucristo. Poner en el centro de nuestra acción siempre el Evangelio y lo que Jesús haría en ese momento concreto y, por supuesto, cuidando la fraternidad, la comunidad y todo lo que sea el amor fraterno, especialmente a los más pobres y abandonados. Recordó con fuerza el hecho de vivir felices nuestro ministerio sacerdotal y agradecer a Dios todos los días el amor y todo lo que nos da.
Os quiero decir que se le preguntó de todo y con mucha libertad. El papa escuchó con tranquilidad durante más de dos horas y sin prisas. “Estoy como el balón de fútbol en el centro del campo dispuesto a jugar toda una partida”; estoy como el “capo”, al centro, esperando vuestras preguntas y sugerencias. Bonito, ¿verdad?
Por eso digo, ¡esto no sucede todos los días!
José Mª Tortosa Alarcón
Párroco de Santa María del Soccorso en Roma