El testimonio de la beata que celebramos el 6 de junio es muy válido para nuestro tiempo, pues su martirio es muy reciente (año 2000) y fue fruto de un fenómeno que tristemente sigue hoy arrastrando a muchos jóvenes: el satanismo.
María Laura nació en 1939 en Colico (Italia) y, con apenas 18 años, pidió a su familia ser monja. Fue su respuesta a la llamada que le hizo un confesor a “hacer algo hermoso por los demás”. Ingresó en el Instituto de las Hijas de la Cruz ejerciendo con entrega su labor educativa en diversas ciudades. En Chiavenna, siendo superiora de la comunidad, recibió la llamada de tres adolescentes pidiendo ayuda espiritual pues una de ellas se había quedado embarazada. Era una excusa falsa para atraerla (conocían su disponibilidad para ayudar a los jóvenes) hacia un lugar solitario donde apuñalarla por odio a la fe. Se trataba de un “sacrificio al diablo” fruto de su ideología satánica. Una de las chicas declaró luego que murió rezando por ellas y pidiendo a Dios su perdón. El amor venció.
En una de las ponencias del reciente congreso mariológico celebrado en Valencia, se hacía constar que el número de los que acuden al ocultismo en sus diversas formas ha crecido. Un dato que nos debería hacer reflexionar sobre si estamos dando respuestas adecuadas a nuestros jóvenes.
