«Generar esperanza»
Jornada Pro Orantibus 2023
Queridos hermanos todos:
Terminado en la liturgia el tiempo pascual, y retomando el tiempo ordinario, la solemnidad de la Santísima Trinidad, que celebraremos el próximo domingo 4 de junio, nos permite profundizar en el Misterio de Dios uno y trino. La comunión de amor de las tres divinas personas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) es contemplada por el creyente de todos los tiempos a través de la oración y de la liturgia cristiana, pero, específicamente, es en la vocación a la vida consagrada contemplativa donde encontramos su mayor exponente, en los hombres y mujeres que se dedican a diario y de por vida a la oración y a la adoración como principal misión.
Es el día en que celebramos la Jornada Pro Orantibus, con el lema «Generar esperanza», propuesto por la Conferencia Episcopal Española, en sintonía con el de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada del pasado día 2 de febrero, «Caminando en esperanza».
La Iglesia desea que todos los cristianos pongamos en valor la vocación de la vida contemplativa y que todos nos unamos en la oración por todos los consagrados que la viven en su forma monástica (monjes y monjas) o en su forma eremítica (ermitaños y ermitañas).
Generar y esperanza, son dos palabras que se unen en una frase corta pero intensa de contenido y mensaje, que nos ayudará a reflexionar sobre la importancia de la presencia de la vida consagrada contemplativa en los tiempos presentes en los que, hasta los cristianos con una percepción más pesimista, pueden tener la sensación de que se encuentra en una etapa de decadencia, crisis y hasta posible desaparición. La falta de vocaciones, el descenso del número de los miembros de las comunidades, el envejecimiento de la mayoría de ellos, etc., tal vez puedan hacernos pensar que en un futuro no muy lejano este estilo de vida evangélico sea un reducto en la vida de la Iglesia.
También, a nivel social, las consecuencias por la reciente pandemia, la actual guerra de Ucrania, Sudán y en otras partes del mundo, la influencia de las nuevas ideologías, el incremento de las injusticias y el endurecimiento de la vida, por la subida de los precios y el empobrecimiento de muchas familias, son motivos suficientes para llevarnos a una tristeza y desidia individual y colectiva, incluyendo y afectando especialmente a los más jóvenes, como evidencia el incremento de suicidios en esta parcela de edad.
Frente a esos sentimientos y actitudes negativas, los cristianos somos llamados a la esperanza que tan presente está en el Evangelio. Jesucristo sigue siendo hoy, para nuestro mundo, Buena y Nueva noticia. Necesitamos de aquellos que, pese a vivir en la adversidad y en la dificultad, en el silencio de sus actos, siendo a veces, además, grandes desconocidos, perseveran en la fidelidad a la llamada de Dios, siendo profetas en la vivencia de la pobreza, obediencia y castidad.
El Papa Francisco, analizando la amargura y el sufrimiento que siente el ser humano hoy, ha hablado en variadas ocasiones de la esperanza, instándonos a mirar con nuevos ojos nuestra existencia en lo que él llama “la dura prueba” que nos ha tocado experimentar. Se refiere a una mirada con los ojos de Jesús, al que define como «el autor de la esperanza», y al que tenemos que pedir su ayuda para superar estas dificultades, con la certeza de que las tinieblas se convertirán en luz. Estas palabras, recogidas en la encíclica Fratelli tutti, son alentadoras para nosotros y para los consagrados contemplativos: «La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna». (Fratelli tutti, 55).
Estas palabras del Papa, como nos dicen los Obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, «pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren».
Allí donde se busca a Dios y se le encuentra para contemplarlo y amarlo, se halla también el tesoro de la esperanza, que se hace patente en cada consagrado, en los conventos, monasterios y eremitorios. Nuestra esperanza, que es Dios mismo, se ha encarnado en Jesucristo que a su vez se hace presencia viva en la oración, en la celebración de los sacramentos, en la fraternidad, en la caridad y en cada uno de sus discípulos llamados a generar esperanza para quienes la han perdido o en quienes se ha debilitado.
Los contemplativos, aunque viven apartados y recogidos, también sufren fraternalmente nuestros dolores y angustias, abrazando en sus oraciones estas experiencias nuestras, para que Dios no se olvide de nosotros y ponga esperanza en nuestros corazones, ayudándonos a nosotros a ponerla donde más falta hace el anuncio del Señor resucitado.
Con mirada también de esperanza, como obispo y pastor de la Diócesis de Guadix, quiero invitaros a todos en esta Jornada Pro Orantibus a que apoyemos con la oración, con nuestra ayuda y cercanía a las dos comunidades femeninas contemplativas que forman parte de la vida diocesana. Ellas, con su testimonio de vida orante, nos recuerdan a nosotros que el Evangelio hay que orarlo para llevarlo a la práctica cada día y en la misión que todo bautizado tiene de “generar esperanza”.
Quiero traer al recuerdo agradecido, a quienes leéis estas palabras, a todos los consagrados contemplativos que, durante siglos, han sido un tesoro para nuestra iglesia diocesana, pero, de manera especial, miro a las dos comunidades de vida contemplativa que tenemos en la Diócesis de Guadix. Ambas se encuentran en la ciudad de Baza: la comunidad de religiosas dominicas del Monasterio de la Santísima Trinidad y la comunidad de las religiosas Hijas de la Sagrada Familia, que moran en el Convento de la Merced. Encomendémoslas al Señor a diario para que las colme de esperanza y vivan la fe y la caridad desde su entrega fiel a Dios y a los hermanos, pidiendo y agradeciendo su fidelidad en este navegar contracorriente. Pidamos al Señor santas vocaciones jóvenes para sus monasterios.
Muchas felicidades, queridos consagrados de vida contemplativa en esta Jornada Pro Orantibus. Gracias en nombre de la Iglesia y de nuestra Diócesis. Sabemos que sostenéis nuestras tareas pastorales y la vida de la Iglesia. Que el Dios de la Esperanza reparta alegría y paz para todos y nos ayude a ser más fuertes para perseverar, a pesar de las vicisitudes.
Que Dios os bendiga a todos y colme de esperanza vuestros corazones.
Con mi afecto y bendición.
+Francisco Jesús Orozco Mengíbar
Obispo de Guadix