Después de bendecir la mesa, Manuel mira la comida cabizbajo y con la mirada perdida.
En sus ojos llorosos y en su decaído rostro, se observa una tristeza reprimida.
Su padre le pregunta si todo iba bien.
Manuel, gimoteando le dice a su padre:
-Papá, me siento en un pozo sin fondo desde que nos dejó mamá.
Juan, su padre, de inmediato, se sentó al lado de su hijo y le cogió de sus frías manos.
-Hijo, mamá está siempre en nosotros. Ella es la luz de nuestra oscuridad, ella es nuestro camino, está en nuestro corazón, no se ha ido, permanece en nuestro amor. Cuando estemos mal, ella será la luz que debemos seguir para estar siempre mejor y ser felices.
Padre e hijo se unieron en un profundo abrazo.
José Luis Dago