En el centro del pasillo, en una silla destacada se sitúa Manuel Piedra al inicio de la celebración de su ordenación. Comienza la procesión de entrada y decenas de sacerdotes camino del altar intercambian gestos de complicidad con él. El último de la comitiva, según dispone la liturgia, nuestro obispo Antonio que antes de subir al altar acaricia la mano del candidato animándolo, sin palabras, a vivir un día muy especial.
En la víspera de san José, como culmen de la campaña del Seminario, se celebra la ordenación diaconal de este joven, natural del Alquián que, después de terminar sus estudios teológicos, está viviendo su año de pastoral en las parroquias de Laujar, Fuente Victoria, Alcolea, Benecid, Paterna, Bayarcal y Fondón. Después de las lecturas y la homilía del prelado, prosigue la liturgia que tendrá tres momentos especiales: la imposición de manos, vestidura de la dalmática (signo del diaconado y el servicio) y la entrega del Evangelio que proclamará en la asamblea. Suena el coro de seminaristas cantando: “Seréis mis testigos. Testigos del amor”. En el estribillo se condensa la misión del neo Diacono: ser testigo de la alegría de Jesús.
Manuel prepara el altar, por vez primera para la consagración del pan y el vino de manos del obispo. Al final de la celebración, a la llegada a la sacristía, ovacionado aplauso del presbiterio de Almería. Una vocación de servicio que tendrá que durar toda la vida. Como afirmaba D. Antonio en su homilía: “No estás como de paso en este ministerio diaconal, tan necesario para que inunde de servicio el día de mañana tu ministerio presbiteral”.