Francisco Ortiz es sacerdote diocesano desde 1981. Fue ordenado en su pueblo natal, Constantina, donde nació hace sesenta y ocho años. “Nací pared con pared del templo parroquial de mi localidad -recuerda-. Desde pequeño me moví en un ambiente religioso y la llamada del Señor fue de lo más natural. En casa, en la calle, en el instituto, entre mis muchos amigos, hasta que un día –superando las primeras resistencias- me dejé llevar por el Señor, motivado por la esperanza y guiado por la fe”. Después de estar matriculado en la Universidad, el Señor le ayudó a “levantarme y ponerme en camino (como reza el lema de la Campaña del Día del Seminario de este año). Y hasta hoy”.
Francisco Ortiz explica que “en lo cotidiano de cada día continúo renovando el carisma que recibí por la imposición de manos de mi obispo y que me hace estar totalmente identificado con ser sacerdote diocesano”. Por ello, agradece al Señor que le regalara la fe que ha ido madurando y “haciéndose vida en todo mi hacer y prioridades”. Dicha fe se apoya en el conocimiento del Señor que le hace sacerdote; en las llamadas a más conversión –personal y pastoral- y en el seguimiento renovado a aquel que “inició y completa mi fe”.
Servicio pastoral
Las responsabilidades pastorales de Francisco Ortiz comenzaron en el Seminario Menor de Pilas y en la parroquia de Huévar. “Tanto en mis trece años de formador del Seminario, como en mis responsabilidades de gobierno en el Arzobispado o en la Catedral y en mis tareas como párroco, en todo ello destaco el estar atento a necesidades y dar prioridad a lo más urgente y oportuno para el bien de los demás”, señala.
Por otra parte, reflexiona sobre lo que implica ser sacerdote en la actualidad: “Supone para mí un ejercicio de formación permanente para estar a la altura del momento que nos toca vivir; caminando con todo el pueblo de Dios y en comunión pastoral con el Papa, mi Obispo, mis hermanos sacerdotes, los feligreses…con especial atención a los más necesitados”.
Así, reconoce que los retos del sacerdote de hoy “son los del día a día concreto y los que la Iglesia marque como prioritarios. Retos de participación y comunión para la misión”.
Formador del Seminario Mayor
Tras veintidós años este sacerdote vuelve al Seminario. En esta ocasión como director espiritual. Al respecto, opina que “la dimensión espiritual es el corazón de la vocación y del ministerio. El acompañamiento espiritual es triangular: el acompañado, el acompañante y, sobre todo, el Espíritu Santo que Dios nos da. Todo se resume en iniciar, conocer, personalizar y no adelantarse la Espíritu. Esta es la clave”.
Finalmente, con motivo del Día del Seminario de este año, apunta que esta casa diocesana “debe hacer suya la invitación del Señor a toda primera vocación: ‘Ven y verás’. Estas palabras, debidamente actualizadas, dan identidad al Seminario, como lugar donde conocer, descubrir y seguir de por vida al Señor”.