Mi amiga M. M. ha recibido (como todos los mayores de 50) una carta de Salud animándola a hacerse el cribado de cáncer de colon. Nunca ve el momento adecuado. Antes de Navidad NO: “Vaya a ser que los resultados negativos me estropeen las fiestas”. Antes de su cumple PEOR, porque quiere celebrarlo con toda su gente. Y ¿Antes del verano? … Y así, sucesivamente, ya ha imaginado en su “cabecica” todos los escenarios funestos que pueden suceder. Es esa mente que no para de imaginar posibles tragedias cuando, más que probablemente, las pruebas le confirmen que está sana como una manzana.
Dice la psiquiatra Marian Rojas que: ”El 90% de las cosas que nos preocupan jamás suceden”. Son fruto de nuestros monstruos, esos incómodos compañeros de camino que, como una bruma densa, te impiden ver con objetividad. Se pegan a ti y se convierten en tu sombra. Cuando vivimos en estado de alerta permanente, amenaza, incertidumbre, miedo, etc., se activa el cortisol que puede provocar que se caiga el pelo, nos salgan canas y arrugas, sufrir taquicardias o que no durmamos bien, y lo que es peor también ocurren cambios a nivel psicológico, presentando irritación y tristeza.
Es cierto que todos tenemos miedos. Y eso es muy humano. Dice Jorge Bustos que «somos el miedo que negamos tener. Y solo cuando lo reconocemos, nos ponemos en disposición de superarlo». Tenemos miedo, y no pasa nada. Nadie nos dijo que no podamos tenerlo. Pero perder la vida, el sueño, la esperanza en fantasmas absurdos no debe ser muy sano. Solo hay una salida a ese laberinto: no dejes que esos monstruos crezcan tanto que te impidan ver la salida y te paralicen.
Creo que eso es lo que quería decir Jesús cuando, una y otra vez, proponía a aquellos discípulos que no terminaban de entender su proyecto: «No tengáis miedo». Tendremos que aprender a convivir con los miedos, pero sabiendo que Dios no nos abandonará. Miremos con valentía y fe, cara a cara, a nuestros fantasmas y, así, podremos superarlos.
Hoy ,Señor, me invitas a embarcarme en el barco de la fe, en tu frágil barcaza de madera que es lo suficientemente estable como para poder llevarme junto con todo el peso de mis preguntas y mis dudas a la orilla de la confianza y la serenidad. Con el tiempo encontraré ese barco y me embarcaré a bordo de él con mi fe y mis dudas para que, poco a poco, se vayan haciendo amigas. Mientras tanto frenaré esa “cabecica” loca que está haciéndome perder tanto tiempo y tantas energías en cazar fantasmas que no existen. Y es que, sin duda, hay mucho miedo para poco peligro.
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería
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