DOMINGO III CUARESMA

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Ex 17, 3-7. Danos agua que beber (Ex 17, 2).  Sal 94.  Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón». Rom 5, 1-2. 5-8. El amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu que se nos ha dado. Jn 4, 5-42. Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

En la primera lectura encontramos al pueblo que inmediatamente liberado de la dura servidumbre en Egipto tropieza con otra esclavitud: la sed y la vulnerabilidad que el desierto destila. Desconfía de las intenciones del Señor olvidando su proyecto de libertad y plenitud. Pide agua para beber y Moisés la hará brotar de una roca. Se anuncia así el agua que brotará del costado de Cristo abierto por la lanza del costado, verdadero surtidor del agua que salta hasta la vida eterna. La sed y la fatiga por el terrible desierto de la existencia que no deja de recordarnos la necesidad y la menesterosidad de la vida humana. Hay otra sed que también aguijonea el alma por más que queramos anestesiarla con la sociedad de consumo y aplacarla con las mentiras mediáticas: la sed de infinito que sólo se saciará con el don de Dios mismo. San Pablo nos recuerda cómo el amor de su Espíritu Santo derramado en nuestros corazones es experiencia de Salvación. El “agua” de Dios podrá empapar nuestros corazones siempre que no endurezcamos el corazón, tal y como nos advierte el Salmo de este domingo.

El evangelio de San Juan va a cobrar un delicioso protagonismo litúrgico al desplegarse en estos domingos (3º, 4º y 5º de Cuaresma) como privilegiada catequesis bautismal. El diálogo con la samaritana en el que descubrimos al Salvador del mundo y el Agua de Vida, posteriormente el diálogo con el ciego de nacimiento donde se hace visible la Luz del mundo y el Hijo del hombre,  la resurrección de Lázaro que nos muestra la resurrección de la Vida y el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo. Son diálogos que poseen mucha robustez y riqueza narrativa y espiritual.  Merece la pena detenerse estas semanas en ellos y releerlos una y otra vez al hilo de nuestros procesos personales y comunitarios. Seamos parte de esas conversaciones y en este domingo, donde nuestra amiga y hermana samaritana nos deleita con su “sed”, trabemos con Jesús nuevas conversaciones que inunden nuestro deshidratado corazón con el agua viva que se nos regala en la Eucaristía. La Santa Misa nos sumerge en este fértil encuentro. Necesitamos de esta agua. Necesitamos de Cristo.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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