La Ley de Dios dada a Moisés ha constituido la base de la vivencia religiosa de los judíos creyentes. Con la llegada de Jesús, los nuevos cristianos que proceden del judaísmo se sienten enfrentados entre los que consideran que hay que continuar con el cumplimiento de los preceptos antiguos y los que consideran que estos preceptos han sido abolidos por el mensaje reformador del Evangelio.
Las palabras de Jesús rompen de plano esta división que se quiere hacer de lo antiguo del judaísmo y de lo original del cristianismo. Jesús respeta la Ley como la voluntad de Dios que se nos ha comunicado para que la vivamos y llevemos a la práctica, sin que este cumplimiento de preceptos nos aleje de tener un corazón bondadoso, caritativo y misericordioso como el del Padre.
La Ley de Dios no debe ser un obstáculo ni una carga insoportable, sino que ha de ser un instrumento que nos ayude a ser mejores hijos de Dios y mejores hermanos los unos con los otros.
El pueblo de Dios del Antiguo Testamento organiza su vida religiosa y social apoyándose en la Ley de Moisés, que se convierte así, junto con el templo de Jerusalén, en pilar fundamental de la fe judía. Teniendo en cuenta que el evangelio de Mateo es un escrito destinado a comunidades cristianas que acogen a una mayoría de judíos neoconversos, el autor intenta resolver la tensión que hay entre estos preceptos religiosos y el mensaje de Jesús, en base a la duda planteada de si había que seguir cumpliendo lo establecido en la Torá (el libro de la Ley, que comprende los cinco primeros libros de la Biblia también llamados Pentateuco) o, por el contrario, ésta ya había quedado abolida y superada por las enseñanzas novedosas de Jesús.
Este relato pone de manifiesto la originalidad del cristianismo pero al mismo tiempo deja claro que Jesús está conforme y aprueba el mensaje recogido en los texto sagrados del Antiguo Testamento, es decir, él ha venido a continuar y a dar plenitud a la Ley antigua, pero él aporta una nueva manera de interpretación diferente a la de los fariseos que eran más estrictos. Los fariseos habían reducido su vivencia de la Ley al cumplimiento de normas, mientras Jesús vive la Ley desde el corazón y entendiendo con ello la mejor manera de cumplir la voluntad de Dios. La Ley para Jesús nos ayuda a ser buenos de la manera en que lo es nuestro Padre del cielo.
Jesús pone varios ejemplos interpretativos del cumplimiento de leyes que vienen a mejorar y fortalecer las relaciones fraternas. Él nos enseña que hay que cumplir la Ley hasta sus últimas consecuencias para vivir el amor y el perdón los unos con los otros, por lo que, por el ejemplo, el “no matarás” no se puede limitar tan sólo a la muerte física, pues hay otras muchas formas de matar y de destruir a los demás (la crítica, el desprecio, el insulto…).
Sigue habiendo en nuestro tiempo y mundo de hoy tanto sufrimiento humano que es provocado por la falta de caridad: las guerras, el terrorismo, el hambre, la desigualdad, familias deshechas, etc. Jesús nos revela a Dios como amor y perdón, pidiéndonos que nuestro comportamiento cristiano no ofenda ni a la caridad ni a la misericordia, más bien ayude a sanar heridas.
Emilio José Fernández, sacerdote