Dramática coincidencia. Cuando nos desagarran el corazón las terribles imágenes de la tragedia humanitaria provocada por los terremotos de Turquía y Siria, la Iglesia celebra dos Jornadas anuales: la Jornada Mundial del enfermo, el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes; y la Jornada Nacional de Manos Unidas, el 12 de febrero. La primera jornada pone el foco en el cuidado de los mayores y propone como lema “Déjate cautivar por su rostro desgastado”. La segunda jornada inicia la campaña contra el hambre y señala la causa de esta lacra injusta con el lema “Frenar la desigualdad está en tus manos”. Ambas campañas, y la necesaria movilización para salir al paso del desastre provocado por los seísmos de Siria y Turquía, requieren reaccionar con urgencia.
La Palabra de Dios que se proclama viva en la Liturgia viene en nuestro auxilio. El sexto Domingo del Tiempo Ordinario pone en nuestros labios una petición que encierra todo un programa de vida: rogamos a Dios que nos conceda vivir por su gracia de tal manera que merezcamos tenerle siempre con nosotros. La amarga experiencia del pecado deja en nosotros una terrible constatación: cuando apartamos al Señor de nuestra vida nos encontramos con la tristeza de una soledad corrosiva. Por el contrario, cuando nuestra vida se centra en Dios, se descubre nuestro origen y nuestra meta, se encauzan nuestras relaciones con los demás y con el entorno, y el corazón saborea la paz para la que ha sido creado. Descubrimos entonces que el rostro desgastado de los mayores es invitación al agradecimiento y que frenar la desigualdad está en nuestras manos. En el evangelio del domingo, Jesucristo nos indica el camino para ello.
Quien se limite a ser como los escribas y los fariseos no entrará en el Reino de los Cielos. Jesús reprende a los que pretenden vivir la relación con Dios y con el prójimo desde la simple formalidad del cumplimiento de mandatos externos sin la coherencia de una vida interior honesta. No es suficiente conocer los mandamientos o las bienaventuranzas, hay que vivirlos por dentro y por fuera. Por dentro, mediante el cuidado de pensamientos, decisiones y afectos; por fuera, mediante el ejercicio de obras buenas realizadas para mayor gloria de Dios.
¡Acoge a Cristo en su Iglesia, vive el evangelio, déjate cautivar por el rostro desgastado de los mayores y comprobarás que frenar la desigualdad, está en tus manos!
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez