El papa Francisco finalizó ayer su viaje al Congo. Días atrás estuvo en Sudán del Sur. Ha sido un viaje que no ha recibido una atención destacada en los medios españoles quizá porque falte sensibilidad hacia la política internacional vinculada al hecho religioso o directamente porque falten medios y recursos. Que de todo puede haber.
Porque el viaje a Sudán del Sur ha sido la primera peregrinación ecuménica que ha reunido a un Papa, al arzobispo de Canterbury y al moderador de la Iglesia de Escocia. La presencia conjunta en el país más joven de la tierra de estos líderes religiosos no es moco de pavo: buscaban cómo impulsar la paz en un país desangrado por la violencia.
Desgraciadamente hay muchas guerras abiertas en el mundo, aunque nos pillen lejos u obviemos que, en un mundo globalizado, todo se relaciona; basta echar un vistazo a la influencia rusa en África. Sin ir muy lejos, echo de menos gestos que propicien la paz entre el patriarca de Moscú y el Papa; aunque no será por el empeño perseverante de Francisco.
Haría mucho bien un encuentro de estas características para frenar la escalada bélica que se vive en Ucrania. De hecho, la presencia de los tres líderes religiosos en Sudán del Sur, además de ser un hito histórico, ha supuesto un paso muy importante valorado por la comunidad musulmana. Y un freno al horror de la guerra que vive el país. Es más, el Papa que no está bien de las rodillas, se arrodilló ante las autoridades enfrentadas de Sudán del Sur para pedirles paz. Los gestos, discursos y encuentros de este hombre octogenario en territorio hostil es todo un ejemplo de vida. Recomiendo conocerlos. Es todo un grito silenciado, incluso por medios afines, que clama por la paz y la concordia.