Mons. Martínez explica a los niños el amor infinito de Dios

En la acogida de la Luz de la Paz de Belén, que tuvo lugar el pasado día 22 en la Santa Iglesia Catedral.

Cientos de niños granadinos, procedentes de grupos de scouts católicos y grupos parroquiales y de carismas de toda la Diócesis, participaron en la celebración de acogida de la Luz de la Paz de Belén, que los scouts católicos de Austria repartieron días antes de la Natividad del Señor por todo el mundo desde la tierra donde nació Jesús.

A nuestra Iglesia de Granada esa Luz de Belén llegó el domingo 22 a la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, que celebra hasta el 31 de diciembre su Año Jubilar Mariano con ocasión del Centenario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de las Angustias, patrona de Granada. Desde la Basílica, los niños recorrieron algunas de las calles de la ciudad en dirección al templo catedralicio donde accedieron en oscuridad, hasta ser repartida la Luz de Belén.

Nuestro Arzobispo, Mons. Javier Martínez, estuvo con ellos y en una alocución dirigida a los niños explicaba así el amor infinito de Dios: «Es como si todas las cosas malas del mundo fueran como una canica, como una lenteja, (…) y el amor de Dios es mucho más grande. (…) Es infinitivo, no tiene medida: es tan grande, tan grande, que no lo podemos medir. (…) Ese amor de Dios es para ti (…). Para todos hay un amor infinito. Y eso significa que todos podemos coger de ese amor todo el que necesitamos, y no disminuye. Si cojo con un vasito de agua algo del mar, ¿el mar baja? No se nota que baja. El amor de Dios es mucho más grande que el mar. Decir que el Señor nos ama con un amor infinito significa que por mucho que coja, no disminuya nada; por mucho que millones de hombres cojamos todo lo que necesitamos en nuestra vida, no disminuye nada».

En este sentido, nuestro Arzobispo insistió en su explicación que el amor infinito de Dios, que se llama Jesús, es lo que responde a todas las cosas que nos suceden en nuestra vida, al mismo tiempo que subrayó que el motivo por el que estamos verdaderamente alegres no es porque vaya todo bien en la vida, sino porque está Jesús, «compañero de camino». «Jesús es el mejor amigo, el mejor compañero de camino, el mejor novio, el mejor esposo. El amor que todos necesitamos para poder vivir contentos», explicó a los niños Mons. Javier Martínez.

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