«Caminando en esperanza»
MENSAJE CON MOTIVO DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA 2023
Queridos todos:
Coincidiendo con la Fiesta de la Presentación del Señor en el templo, el próximo día 2 de febrero, la Iglesia celebra la XXVII Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Es una ocasión para unirnos todos los cristianos en oración por los consagrados al Señor y para agradecer la vocación y misión de quienes entregan su vida a Dios desde su consagración apostólica y contemplativa, componiendo un rico y bello mosaico de carismas que engrandecen a la Iglesia. En nuestra Diócesis, los consagrados son un regalo precioso del Señor que nos ayudan a caminar en esperanza.
Los consagrados han escuchado la llamada del Maestro para seguirle e imitarlo en su vida pobre, obediente y casta. Viviendo en pobreza están, como Cristo, junto a los pobres. Se entregan al Señor virginalmente y son libres para amar a todos. En el ejercicio de la obediencia nos enseñan a buscar siempre la voluntad del Señor. Todo para ser sólo de Cristo, siendo testimonio de esta pertenencia profética para el mundo, que vislumbra la Vida nueva del cielo.
Desde octubre del año 2021, a propuesta del Papa Francisco, la Iglesia universal sigue embarcada y avanzando en la preparación del Sínodo de los Obispos, en su XVI Asamblea General Ordinaria, que tendrá lugar en el próximo mes de octubre. En este contexto sinodal y en un espíritu de encuentro, diálogo y comunión de todos los bautizados, la Conferencia Episcopal Española nos propone como lema para esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada: “Caminando en esperanza”.
El término “camino” es muy empleado en la Sagrada Escritura para referirse de manera simbólica al proceso espiritual que experimenta nuestra vocación y misión como testigos de Cristo Resucitado, que es el Camino. Comienza con nuestro bautismo y se irá desarrollando a lo largo de toda nuestra vida. En un momento concreto hemos experimentado la llamada de Señor y su envío para una determinada misión. Pero la vocación y la misión recibidas exigen una respuesta diaria y una renovación continua. El camino se hace caminando, actualizándolo y renovándolo día a día.
El camino en el proceso vocacional y misionero pasa por diferentes etapas y atraviesa gran variedad de circunstancias, que nos ayudan a crecer y a madurar. Algunas de ellas conllevan cansancios, temores, dudas, sufrimientos, los bien conocidos y llamados momentos de crisis. Es ahí donde podemos tener la tentación de detenernos, de abandonar o de retroceder, como lo sucedió al pueblo de Dios en su travesía por el desierto durante cuarenta años (Números 14, 2). Pero los desiertos particulares son parte del camino, como humanidad a la que pertenecemos y como personas que somos. Los últimos sucesos acaecidos a nivel mundial lo ratifican: la pandemia, la guerra de Ucrania, la crisis energética o la crisis económica, y otras heridas personales y sociales que arrastramos del pasado y que nos quieren secuestrar en el pesimismo y la negatividad. La experiencia personal de la muerte de un ser querido, la enfermedad, el fracaso, la crisis de vocaciones, el alejamiento de Dios de la sociedad, el envejecimiento de nuestras comunidades u otras vivencias, nos pueden sumergir en un periodo de confusión y de tristeza. Ante tantas preguntas en medio de la crisis, la fe nos muestra una misma respuesta, el único camino resucitado: la Esperanza. Queridos consagrados, no os dejéis nunca secuestrar por la desesperanza.
Para no dejar de caminar necesitamos la Esperanza, virtud teologal esencial junto a la fe y a la caridad, imprescindible en quien desea no frenarse ni detenerse en las dificultades, para seguir sin dejar de caminar con firmeza y paciencia. La esperanza nos levanta de la comodidad del presente, nos rescata de la nostalgia del pasado, nos da la fuerza para afrontar el futuro, volcándonos en nuevos proyectos, en la búsqueda de soluciones ante los problemas y retos en la construcción de una Iglesia que brille cada vez más con la luz de Cristo: “La esperanza es otra cosa, no es optimismo. La esperanza es un don, es un regalo del Espíritu Santo y por esto Pablo dirá: ‘Nunca defrauda’. La esperanza nunca defrauda, ¿por qué? Porque es un don que nos ha dado el Espíritu Santo” (Papa Francisco, homilía en la Casa Santa Marta, 9-9- 2013).
Como nos insinúa el Papa, la Esperanza es algo más que una simple actitud ante la vida, o una especie de valor y buen ánimo que se cultiva en el corazón para sobrellevar las vicisitudes y tribulaciones que puedan presentarse en el camino. Para San Pablo, la Esperanza de los creyentes es una persona, es Cristo: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios nuestro Salvador, y de Cristo Jesús, nuestra esperanza, …” (1 Timoteo 1, 1).
El cartel de esta jornada nos muestra la fotografía de un rosetón o vidriera que representa a la Iglesia y en la que aparecen un grupo de consagrados, vestidos de diferentes maneras, expresando la variedad de los carismas y misiones. Esta variedad de vocaciones, formas de vida, pensamientos, procedencias, etc. podrían suponer, de entrada, un conflicto. Sin embargo, la pluralidad, cuando se deja traspasar por la luz del Espíritu Santo, se convierte en la unidad que ilumina las vidas de los demás, a través de las buenas obras. Los consagrados están llamados a iluminar con esperanza el camino de todo cristiano y a mostrarnos una nueva manera de hacer ese camino de la fe: camino de comunión en la riqueza de la diversidad, verdadera esperanza en un mundo y en unos tiempos en los que necesitamos verdaderos testigos de comunión y de esperanza.
Demos gracias a Dios por la luz que nos llega a través del testimonio de los consagrados que se entregan y se vuelcan en la oración y en el arte de enseñarnos a caminar con esperanza , a través de sus trabajos y servicios en la caridad a los mayores y enfermos, a los niños y jóvenes que se forman en colegios y universidades, a los emigrantes y transeúntes, familias y personas vulnerables, indicándonos con sus vidas que el mundo querido por Cristo es posible.
En nuestra oración y agradecimiento, de una manera muy especial, tengamos presentes a todas las familias de consagrados que el Señor ha regalado a la Iglesia y, particularmente, a los que hacen su camino con nosotros y trabajan en nuestra diócesis de Guadix. Agradezco a la Presidenta de Cónfer y a su equipo su trabajo para fomentar la unidad, la comunión en la diversidad de carismas, trabajando juntos en nuestra diócesis. Pidamos por sus necesidades, para que nunca pierdan la esperanza y sepan ser luz firme en medio de nuestro mundo. La Iglesia y el mundo os necesitan. Oremos por los jóvenes para que se dejen enamorar por el Señor y quieran consagrar su esperanza al Dios de la Vida. Quiero dar la bienvenida a las nuevas congregaciones religiosas que están presentes en nuestro territorio diocesano; y animo a todas las comunidades y a los consagrados a no dejar de caminar juntos con esperanza, sembrando con su fidelidad sendas seguras de dignidad y amor al Señor en nuestra Iglesia diocesana de Guadix.
¡Felicidades, queridos consagrados! Con mi afecto y bendición
+Francisco Jesús Orozco Mengíbar
Obispo de Guadix