«Haz el bien; busca la justicia» (cf. Is 1, 17)

Mensaje con motivo de la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que se celebra del 18 al 25 de enero y que este año tiene como tema: Haz el bien; busca la justicia.  

Un año más somos convocados a intensificar nuestra oración por la unidad de los cristianos. Sabemos muy bien que el deseo de Jesús para sus discípulos fue que permaneciéramos en la unidad y por eso nos duele grandemente la división que existe entre nosotros. Sin duda, esta división debilita la fuerza del mensaje de vida que proclamamos y resta credibilidad a nuestra palabra. «Para que el mundo crea» es preciso trabajar y orar por la unidad de todos los discípulos de Jesús (cf. Jn 17, 21).

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año tiene como tema un texto tomado del profeta Isaías: Haz el bien; busca la justicia (cf. Is 1, 17). Nos ayuda a comprender su sentido saber que los materiales para el Octavario de oración han sido elaborados por el Consejo de Iglesias de Minnesota (Estados Unidos), después de la ejecución extrajudicial del joven afroamericano George Floyd el 25 de mayo de 2020. Este hecho injusto y vergonzoso, que provocó una fuerte reacción social, también apela a la conciencia de los cristianos y nos estimula a trabajar juntos para ser fuente de unidad y reconciliación en el mundo.

El texto de Isaías nos hace comprender que la vivencia de la fe debe ir siempre acompañada por una praxis coherente con aquello que se profesa. El culto a Dios resulta vacío si no va acompañado por la compasión y la misericordia. Con duras palabras, el profeta denuncia ese culto externo y puramente formal: no quiero ofrendas ni fiestas –dice el Señor‒ mientras tengáis las manos manchadas de sangre; «aprended a hacer el bien; buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda». También Jesús sostuvo esta comprensión del culto a Dios, que encontramos en los profetas y en algunos salmos, repitiendo que Dios quiere misericordia y no sacrificios (cf. Mt 9, 13) y que, sin haberse reconciliado antes con el hermano, es mejor no presentar ninguna ofrenda en el templo (cf. Mt 5, 23-24). El decreto sobre la unidad de los cristianos del Concilio Vaticano II, recuerda este aspecto esencial de nuestra fe cuando dice que a la fe en Cristo se une «un vivo sentimiento de justicia y una sincera caridad para con el prójimo» y explica que esta «fe laboriosa» ha dado origen a muchas instituciones y obras de atención social promovidas por los cristianos (UR, n. 23).

Por eso, una manera de favorecer la unidad entre los cristianos es trabajar juntos por la justicia, cooperando en acciones que hagan patente el deseo de paz y de unidad que brota de la fe en Jesucristo. El Concilio llamó a todos «los que creen en Dios y aún más singularmente a todos los cristianos» a colaborar en el campo social (UR, n. 12). Hay muchos ámbitos en los que podemos trabajar junto a otros cristianos: la atención a los más pobres, la defensa de la mujer, la lucha contra el racismo, el cuidado del medio ambiente, etc. Consta que en nuestro país ya existen iniciativas de trabajo común en este campo. Vale la pena fortalecerlas, porque son testimonio precioso de fidelidad al Evangelio.

Los desafíos de la justicia y la fraternidad que encontramos en nuestro mundo son muchos. Los cristianos, «mientras nos encontramos todavía en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad» (Fratelli tutti, n. 280). Es el ecumenismo de la justicia y el amor, que alcanza su máximo exponente en el ecumenismo del martirio, del que hablaba el papa san Juan Pablo II en la carta apostólica Tertio millenio adveniente (cf. n. 37). En particular, podemos y debemos trabajar unidos para fomentar la paz y la unidad que Dios desea para todos los hombres.

Esto pide, sobre todo, la conversión del corazón, porque muchas veces nosotros ‒y quizás nuestras Iglesias‒ nos hemos involucrado en estructu-ras de pecado, que favorecían los prejuicios frente a otros seres humanos y la segregación. Resuenan de nuevo las palabras del profeta: «Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien» (Is 1, 16-17). Los cristianos debemos escuchar los gritos de los que sufren, denunciar sin miedos su situación y seguir colaborando para acabar con las ideologías que causan discriminación, para que cesen los discursos de odio y para ponernos al servicio de los más pobres y vulnerables.

No olvidemos orar por la unidad durante estos ocho días de enero. Si podéis, hacedlo junto a cristianos de otras Iglesias y confesiones. El encuentro con ellos es siempre un gozo y afianza nuestra esperanza de alcanzar un día la deseada unidad, que es un don que imploramos sin cesar al Espíritu de Dios.

Orar juntos por la unidad entre los cristianos nos ayuda también a comprometernos a trabajar por una humanidad unida. La unidad entre nosotros ha de ser para todos signo de la unidad que Dios quiere para la humanidad entera. No olvidemos que la Iglesia tiene la vocación de ser «en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG, n. 1).

Recibid el saludo de vuestros obispos.

Obispos de la Subcomisión para las Relaciones Interconfesionales
y Diálogo Interreligioso

+ Francisco Simón Conesa Ferrer
Presidente, obispo de Solsona

+ Francisco Javier Martínez Fernández
Arzobispo de Granada

+ Javier Salinas Viñals
Obispo auxiliar de Valencia

+ Adolfo González Torres
Obispo emérito de Almería

+ Esteban Escudero Torres
Obispo auxiliar emérito de Valencia

D. Rafael Vázquez Jiménez
Secretario

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