Queridos hermanos todos:
El domingo 12 de junio celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, y ese día la Iglesia universal festeja y profesa su fe en el misterio de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es adorado y contemplado en su misterio y en su grandeza por todo creyente que lo busca y que se encuentra con Él en la oración. Adorar y contemplar a Dios, y dedicar la vida en ello, se convierte en una vocación concreta en aquellos hermanos y hermanas que se han sentido llamados por el Señor para seguirle desde la vida contemplativa.
La Jornada Pro Orantibus, en la que somos invitados a valorar la vocación contemplativa y orar por los monjes, monjas y eremitas retirados en sus monasterios y eremitorios, tiene como lema este año, a propuesta de la Conferencia Episcopal Española, «La vida contemplativa: lámparas en el camino sinodal».
Meditando y reflexionando este lema, las lámparas nos evocan la luz, elemento de la naturaleza que se utiliza simbólicamente en el lenguaje bíblico y en la liturgia cristiana:
– En el Antiguo Testamento, la luz es lo primero que Dios crea: “Dijo Dios: ‘Exista la luz’. Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena” (Gn 1, 3-4). La luz se identifica aquí con la vida, el bien y la belleza; la tiniebla con la muerte, el mal y la informidad. En los salmos la luz aparece como atributo divino que aporta la felicidad mientras que su ausencia, la oscuridad, deja al hombre sumido en un vacío interior y en la desesperación: “¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?” (Sal 4, 7). Quien ama al Señor es iluminado interiormente por Él, y de ahí el rey David compondrá: “El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 27, 1). Dios no es solo la luz sino el que da sentido a lo que somos cada uno al iluminarnos, por lo que su luz se hace nuestra luz.
– En el Nuevo Testamento, la luz se define como la vida, como aparece en Juan 1:4: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). En Mateo tenemos un texto en el que se indica que la luz somos también nosotros, “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14). Nuestra luz no es propia, porque proviene de Él, y debe remitir a Él cuando iluminamos al resto de las personas con la belleza de nuestra vida y acciones: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16).
Desde la Sagrada Escritura vemos que los consagrados contemplativos son quienes, con su vida dedicada a la oración, están en la presencia constante de quien para nosotros es la verdadera Luz del mundo, Jesucristo, convirtiéndose ellos en portadores de esa Luz con su testimonio que nos ilumina.
Aquellos que lo han dejado todo para vivir en intensidad los consejos evangélicos de la castidad, la pobreza y la obediencia son ahora los que nos alumbran en el camino sinodal que la Iglesia ha querido emprender, como propuesta del Papa Francisco. Se trata de un camino inaugurado por el Santo Padre el pasado mes de octubre y que nos conducirá a la celebración la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
Toda la Iglesia está en marcha, y también nosotros en nuestra diócesis de Guadix hemos trabajado en los últimos meses los documentos sinodales en la fase diocesana. Pero el camino continúa y lo debemos seguir haciendo alumbrados y apoyados en el ejemplo de los contemplativos que nos muestra los fundamentos de la “sinodalidad” desde su propia vivencia, siendo también pilares básicos de su vocación orante y evangélica: la escucha, la conversión y la comunión.
Caminar no siempre es fácil, y en cada etapa nos encontramos con experiencias que nos fortalecen pero que también nos pueden hacer sentir la debilidad, pues la convivencia suele ser complicada, las grandes decisiones y la resolución de los problemas requieren de mucho entendimiento… Pero siempre es mejor hacer el camino juntos y unidos, al mismo tiempo que sentirnos acompañados por la oración de quienes están en continuo contacto con Dios. Todos los cristianos, de manera comunitaria y particular, peregrinamos hacia un horizonte que permita en la Iglesia espaciaos de diálogo, acogida y unidad. Para ello es muy importante la actitud de la escucha, de la cual los consagrados contemplativos son conocedores y buenos maestros. En un mundo de ruidos, saturados de las palabras y de los mensajes abundante en las redes sociales, medios de comunicación, etc., necesitamos del silencio y del sosiego. Debemos escuchar a Dios y escucharnos a nosotros mismo para poder escuchar al que tenemos junto a nosotros. Escucha quien tiene la humildad de creer que no lo sabe todo y que cada jornada es una ocasión nueva para seguir conociendo y aprendiendo, para dejarse aconsejar y orientar.
En la Jornada Pro Orantibus, y como obispo y pastor de la Diócesis de Guadix, quiero invitaros a todos a tener presentes en este día a las dos comunidades femeninas contemplativas que se encuentran en el territorio diocesano y que se hallan en la ciudad de Baza: la comunidad de religiosas dominicas del Monasterio de la Santísima Trinidad y la comunidad de las religiosas Hijas de la Sagrada Familia, que moran en el Convento de la Merced. Pidamos al Señor por ellas, por sus necesidades, por el aumento de vocaciones; agradezcamos su presencia, labor y testimonio entre nosotros, siendo esas luces silenciosas, calladas y en ocasiones incomprendidas, las que alumbran nuestros pasos en el camino de la fe. Estamos de fiesta también porque el próximo 18 de junio, en Sevilla, una de nuestras contemplativas dominicas, Sor Isabel Ascensión de San José, que murió mártir en Huéscar, en tiempos dela contienda civil, será beatificada, siendo luz y espejo para toda la Iglesia.
Quisiera terminar con un recuerdo especial y cariñoso por los consagrados contemplativos que han fallecido a causa de la pandemia o como víctimas de la guerra y de la persecución religiosa que sufren muchos países.
Muchas felicidades, queridos consagrados de vida contemplativa en esta Jornada Pro Orantibus, y que Dios, nuestro Señor, la Luz del mundo, que tanto necesitamos en nuestro tiempo, nos acompañe en el camino sinodal para construir una Iglesia más unida, dialogante y acogedora.
Que Dios os bendiga a todos e ilumine vuestras vidas.
+ Francisco Jesús Orozco Mengíbar,
Obispo de Guadix