En Huelva capital, como daba a conocer el Obispo de Huelva en rueda de prensa el pasado 19 de mayo, la celebración de la Solemnidad del Corpus Christi cuenta este año en Huelva con una importante novedad. Y es que la tradicional procesión por las calles céntricas de la capital se ha trasladado al primer día del Solemne Triduo en honor del Santísimo Sacramento que se celebra, en la Catedral, de jueves a sábado. De este modo, a la conclusión de la Santa Misa del jueves, 16 de junio, que dará comienzo a las 19.00 h., se procederá a la procesión según el protocolo establecido. El viernes y sábado, 17 y 18 de junio, continuará el Triduo con la adoración eucarística, a las 19.00 horas, y la Santa Misa, a las 20.00 horas; y ya el domingo, Solemnidad del Corpus Christi, será la Santa Misa Estacional, presidida por Mons. Santiago Gómez Sierra, y procesión claustral con el Santísimo por las naves de la Catedral, a las 11.00 horas.
Cante la fe, baile la esperanza, exulte la caridad
(Artículo de Juan de Robles)
Estas expresiones de la bula “Transiturus de hoc mundo” de Urbano IV (1264), por la que se instituyó la entrañable y solemne fiesta del Corpus Christi, bien pueden servir para hacer un recorrido por sus formas de celebración a lo largo y ancho de nuestra geografía diocesana, en definitiva una bella expresión de amor y devoción al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, donde se juntan la fe en la Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo bajo las Sagradas Especies del Pan y del Vino, el arte, el folclore y las costumbres de nuestros pueblos.
“Cante la fe”. Y por todos los rincones de la Diócesis resonará un canto que nace de la fe en Jesús Eucaristía: “Cantemos al Amor de los Amores…Dios está aquí”. Los pueblos del antiguo Condado de Niebla y de la Campiña cantarán en torno al Señor glorioso y resucitado. Paterna del Campo lo llevará en triunfo en la hermosa custodia barroca argéntea de un solo cuerpo. Mientras, en Chucena ponen los “cordeles”, que cortan las calles por las que pasa la procesión. Y en Hinojos se forma un bosque para el Rey de la Creación, con el verdor de las juncias y el romero y el azul-celeste de su cielo. En La Palma va el Señor bajo el elegante palio de su Sacramental, pasando por los arcos triunfales que levantan en algunos lugares en la mañana eucarística. En Palos de la Frontera, el templete de la Virgen de los Milagros se convierte en trono para el Sacramento; y en Moguer, como dijera Juan Ramón, “en la tarde que cae se alza limpio el latín andaluz de los salmos”, y la procesión avanza con el eco del “Tamtum ergo” y del “Lauda Jerusalem”. Cristo en la calle. Canta el pueblo al Señor en Bonares, que pasa por la juncia “haciendo el bien”, como en Lucena, o en Niebla, entre murallas. También en Trigueros, donde lo acompañan San Antonio Abad, las santas Justa y Rufina o San José. Cantan las campanas de todos los campanarios con más alegría que nunca. “Dios está aquí”. Y en Huelva, entre el Tinto y el Odiel, siguen al Señor el Obispo y el Cabildo, mientras que las hermandades le hacen corte, y cantan los infantes de la Escolanía catedralicia. Resuenan las palabras del Señor: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
“Baile la esperanza”. Y la Sierra aporta la belleza de la custodia de Aracena, plata labrada por Marmolejo para la causa de nuestra esperanza, Jesús hecho Pan. Cortegana solemniza la fiesta con las aportaciones artísticas indianas de sus antepasados. Pero donde literalmente baila la fe es en Cumbres Mayores, cuya Danza del Corpus es ejecutada por hombres ante el Santísimo durante el recorrido de la procesión, al son del tamboril y la gaita. Baila, pues, la esperanza en Cristo Sacramentado, pero también otra danza ante la que se llama Esperanza por ser la Madre de nuestro Señor, es decir ante la Virgen Patrona. Aroche, Jabugo, Galaroza, Almonaster…, una letanía de nombres bellos y sonoros, Valdelarco, Encinasola, Cala…, van a ser alfombra por donde pasa Jesús. El tipismo serrano, las casas encaladas, el olor de las flores y las hierbas esparcidas, los campanarios cuyas campanas bailan, todo alaba al Señor, todos los que lo acompañan, también los niños de Primera Comunión, de forma ruidosa o muda, van diciendo “sus grandezas cantad”. Y a la vista de la Sagrada Hostia al paso de la custodia, danzan los corazones que parecen decir con los tres jóvenes ante el horno encendido: “montes y cumbres, bendecid al SeñorA”. El río Múrtigas, el monte de San Cristóbal, en suma, La Sierra como trono de Jesús.
“Exulte la caridad”. Porque en el Santísimo Sacramento está cifrada la Caridad misma, el “Amor de los Amores” es adorado en las calles, y son adornadas para Él las fachadas, y se ponen los altares para que repose. Y la Costa se une a este rito de alabanza que hoy recorre la Iglesia Católica, poniendo en Ayamonte la elegancia de sus calles y el aroma de los esteros del Guadiana; se enciende la luz de la ciudad fronteriza como lámpara votiva que se consume en adoración con el brillo de las piedras del ostensorio indiano del Salvador. Lepe y Cartaya llevan como ofrenda de sus términos aquello de “mares y ríos, bendecid al Señor”. Y el Andévalo y la Mina se unen a esta interminable e incompleta fila de pueblos y lugares que acompañan al Señor en el Corpus. La Puebla de Guzmán señera, bajo la sombra de la Peña; El Almendro y Villanueva de los Castillejos, que se unen hoy para adorar a Jesús. Valverde del Camino, que lo porta en el ostensorio de Blas Amat. Zalamea la Real y Minas de Riotinto. Otro rosario de nombres, que aportan la bella adustez de una tierra de monte bajo y la serena belleza de las antiguas minas. Todos unidos en la alegría de tener al Señor entre nosotros: “Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor”. Él es la fuente de la caridad, caridad que se expresa en el servicio a los hermanos. Día Nacional de Caridad, el Corpus, por algo será. A pesar de todas nuestras indiferencias, de tanta frialdad, y de tanto desamor, en el Corpus, el Señor tendrá que sentir que de Él sale energía, la fuerza que Él mismo sentía salir de sí cuando andaba por Galilea y la gente le tocaba el borde de su manto. Cuantas veces dirá ese día el Señor aquellas palabras: ¡qué grande es tu fe!
Y todos tenemos la posibilidad de experimentarla en ese día: los pobres, los pecadores, los cojos, los ciegos… para los que el Señor prepara su banquete. Realmente “Dios está aquí”, en ese Pan, blanco y redondo, Vida para el mundo. ¡Alabado sea Jesús Sacramentado!
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