Si hay una organización por excelencia cuyo fin sea la atención altruista y abnegada a las personas que más lo necesitan esa es Cáritas. Muestra de ello son los numerosos proyectos que desempeña a lo largo y ancho de la diócesis, respondiendo a las diferentes necesidades de los más vulnerables. Las personas mayores se erigen como uno de los grupos de población a los que Cáritas más apoyo presta. Concretamente a través de quince proyectos divididos en tres grandes vertientes: la animación comunitaria, el acompañamiento a la soledad y la atención en domicilio.
“Mediante estos recursos hemos atendido a 400 personas en el último año”, estima Noemí García, técnico de acompañamiento del Programa de mayores de Cáritas Diocesana. “El perfil de los usuarios depende del proyecto. En lo que se refiere a los talleres de acompañamiento y animación comunitaria, se trata de personas mayores –en su mayoría mujeres- que viven con pensiones de viudedad y no tienen grandes necesidades económicas o asistenciales, pero sí suelen estar solas. Por eso, ir a la parroquia les sirve como punto de encuentro. Además, también es un lugar en el que se pueden detectar ciertas necesidades que puedan surgir a lo largo del tiempo, ya que estos proyectos suelen ser semanales y esta relación continuada puede dar pistas a los voluntarios que acompañan a los mayores de si hace falta alguna intervención”, explica García.
Por otro lado, continúa la técnico, “en los proyectos de cuidados en el domicilio ofrecemos asistencia a las personas mayores que han solicitado la ayuda a la dependencia pero aún no se les han concedido”. Este recurso procura una ayuda completa en el hogar que incluye limpieza, higiene, preparación de alimentos, asesoramiento en gestiones, etc. En este caso, el perfil varía, ya que se trata de ancianos solos, sin familia, con pensiones que no les permiten pagar de forma privada este tipo de servicio y que se encuentran en una situación dependencia o invalidez.
Para cubrir todas estas necesidades, Cáritas cuenta con los voluntarios, “dos o tres por proyecto, que siempre están adscritos a las parroquias”. Estos colaboradores, además de altas dosis de generosidad y buena voluntad, cuentan con una formación específica que les ayuda a desempeñar su labor de forma casi profesional: “Impartimos una formación continuada a lo largo del curso en distintas temáticas que entendemos son necesarias para trabajar con personas mayores. Por ejemplo, el acompañamiento a la soledad, el acompañamiento espiritual al final de la vida, sobre cómo funciona el sistema de la dependencia…”
Incluso durante los momentos más duros de la pandemia, desde Cáritas Diocesana se facilitaron herramientas y estrategias para que los voluntarios de este programa pudieran seguir ofreciendo a los mayores dependientes unos servicios mínimos. “Hay que tener en cuenta que estas personas están en una situación muy vulnerable, de total dependencia y con una grave falta de apoyo familiar y social. Por eso nunca dejamos de acompañarles”.
Sin embargo, en los proyectos de soledad y animación comunitaria “sí nos adaptamos. En este caso los voluntarios se organizaron para hacer acompañamiento telefónico y, más adelante, facilitaron materiales y cuadernillos para que los usuarios pudieran hacerlos desde casa a modo de ocio y distracción”.
Finalmente, destaca el trabajo de sensibilización que Cáritas está llevando a cabo en parroquias y arciprestazgo en torno a la soledad de nuestros mayores. “Se trata de una realidad que necesita ser acompañada por Cáritas y por toda la Iglesia en general”, exhorta Noemí García.
